Ndjambu
vivía con sus dos mujeres. En medio de las dos cocinasi
tenía un gallinero, pero las gallinas no le interesaban. Así qué
las fue regalando a sus mujeres para que se las comieran. Por fin
solamente quedó un gallo muy grande. Entonces las llamó y les dijo:
«Ya os habéis comido todas las gallinas. Pero no quiero que toquéis
a este gallo. Yo me voy a visitar a un amigo, que me dará un gallo
para comer. Luego le invitaré yo a casa, y también quiero ofrecerle
un gallo. O sea que no debéis tocarlo».
Ndjambu
se fue y, efectivamente, su amigo le agasajó matando un gallo para
él. Mientras tanto, Ngwakondi mató al gallo de Ndjambu y echó las
plumas detrás de la cocina de Ngwalezie. Al regresar Ndjambu con su
amigo, mandó a las mujeres que mataran al gallo y que lo prepararan
para comer. El gallo, naturalmente, no apareció. Entonces Ndjambu se
enfadó mucho y empezó a buscar las plumas para saber cuál de las
dos mujeres se lo había comido. Al encontrarlas detrás de la cocina
de Ngwalezie creyó que era ésta la que había matado al gallo. Y, a
pesar de sus protestas, la mató.
Ngwakondi
estaba satisfecha, porque se había desembarazado de su rival. A
partir de aquel día, cuando regresaba por las tardes de la finca se
paraba en la tumba de Ngwalezie y cantaba y bailaba sobre ella esta
canción:
«Estoy
llorando a mi rival.
Yo
comí lo ajeno y tiré la basura
detrás
de su cocina. Estoy llorando a mi rival.
Comí
del sudor de los otros
Las
demás mujeres que volvían de la finca se extrañaban de que
Ngwakondi se quedara cada tarde en la tumba de la otra. Empezaron a
espiarla y, al darse cuenta de lo que todo aquello significaba,
fueron a contárselo al propio Ndjambu. Éste no les hizo el menor
caso.
Un
día, Ngwakondi empezó a bailar de nuevo sobre la tumba de Ngwalezie
mientras cantaba su canción. Al poner el pie sobre la tumba, le
quedó enganchado. La mujer gritaba: «¡Por favor, Ngwalezie,
déjame!». Puso el otro pie, y también quedó pegado. Quiso
despegarse con una mano, y también le quedó enganchada. Y luego la
otra mano, y el culo al quedar sentada, y la espalda.
Cuando
Ndjambu advirtió que su mujer no regresaba a casa, llamó a las
mujeres que habían ido a la finca para preguntar por ella. Éstas
sabían que Ngwakondi se paraba cada vez sobre la tumba de
Ngwalezie, de manera que se dirigieron allí y encontraron a la
mujer con todo el cuerpo pegado a la tierra. Ngwakondi tenía mucho
miedo, y lo contó todo. Después de su confesión, Ndjambu y las
mujeres intentaron sacarla de allí pero no pudieron.
Y
a la mañana siguiente, al volver con más ayuda, comprobaron que
aquella mala mujer, Ngwakondi, ya se encontraba muerta.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
i
Cada
mujer ocupa una cocina, que se construye independientemente de la
casa.
ii
Niyandi
mbanameo yo yo
niyandi
mbanameo yo yo
ngwe
nadjaka botukao
navugaka
bevuduo
djayi
dja mbanameo.
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