Los
padres de la gallina le dieron a ésta un fogón y le dijeron:
«Acércate al poblado de los hombres a buscar fuego. Pero anda con
mucho cuidado, para que no te coman».
Al
llegar la gallina donde vivían los hombres, a éstos les gustó. Y
todos le decían: «¡Qué bonita ave ha venido a visitarnos!». La
gallina se sentía hinchada de satisfacción, olvidó el encargo que
traía y se metió en la primera cocina que encontró. Había allí
un grano de cacahuete. La gallina lo picoteó y se lo comió. Luego,
recorriendo el poblado, encontró restos de nyame, de yuca, y granos
de calabaza. Todo se lo tragó, ante la indiferencia general.
De
cocina en cocina y de estercolero en estercolero, la gallina se fue
alimentando y engordó considerablemente. Al cabo de un tiempo,
regresó a su poblado y reunió a sus parientes: «He estado en
el mejor lugar del mundo: ahí se puede comer sin tener que trabajar,
porque los hombres trabajaban para mí: solamente con los restos que
les sobran, ha bastado para engordar de esta manera».
Los
parientes sentían también ganas de engordar sin tener que
trabajar; así que se dirigieron todos juntos al poblado de los
hombres. Y, efectivamente, empezaron a picotear en todas las cocinas
y todos los estercoleros hasta engordar y convertirse en animales
apetitosos.
Con
el tiempo, se acostumbraron a la presencia de los hombres, y se
fueron amansando. De esta manera se convirtieron en animales
domésticos.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
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