Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 26 de enero de 2015

El destino de los hombres .089

En un poblado vivían un hombre de una cabeza muy grande, un hombre de una gran barriga y un hombre de piernas finísimas. Los tres eran muy amigos, y decidieron irse de viaje.
Al tercer día, estaban muy hambrientos. Se les había acabado la comida, y lo único; que encontraron junto a la costa fue un esbelto cacotero. Discutían quién debía ser el que subiera a alcanzar los cocos, y el hombre de la cabeza grande, para evitar más discusiones, se ofreció voluntario.
Al llegar arriba, empezó a agitar las ramas para que los cocos caye­ran a la playa. De pronto resbaló y le quedó la cabeza atrapada entre dos ramas. Al ver que su compañero se estaba ahogando, el hombre de la gran barriga decidió: «No podemos dejarle morir sin ayudarle». Así que se encaminó al cocotero con ánimo de serle útil. Pero su gran barriga le tapaba la cara y, con las prisas que llevaba por auxiliar a su amigo, se dio un gran golpe contra el tronco y murió.
Al ver lo sucedido, el tercer hombre comprendió que no era un día afortunado; así que echó a correr hacia el poblado. Corría veloz, pero la finura de sus piernas le traicionó: se partieron por el camino, y también murió lejos del poblado y de la familia.
Al pasar el tiempo, la gente del poblado se dio cuenta de que algo les había pasado. Así que tres nuevos amigos salieron en busca de los anteriores. Para perder menos tiempo, tomaron un cayuco y siguieron la costa. Pero un viento de enorme fuerza azotó el mar y volcó la embarcación. Los tres amigos dieron con sus huesos en una isla de­sierta.
Un día, mientras uno de ellos paseaba por la playa, encontró una lámpara. Al frotarla, apareció un genio que le indicó que cumpliría los tres primeras órdenes que le dieran. El hombre llevó al genio a los otros amigos, y decidieron que cada uno de ellos solicitaría la consecu­ción de un deseo.
El primer hombre pidió poder encontrar de nuevo a su poblado y a su familia. El deseo se cumplió al instante.
El segundo hombre pidió volver a poder trabajar en su finca. Tam­bién se cumplió el deseo con la misma rapidez.
Entonces, el tercer hombre vio que se había quedado solo; y pensó que no quería aburrirse de ninguna manera. En consecuencia, pidió que regresaran a la isla los dos amigos que habían marchado.
De esta manera, los tres volvieron a reunirse sin poder eludir su destino.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) – 055


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