Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 31 de enero de 2015

El perro y los otros animales .041

Los ancianos del poblado habían aconsejado a los cazadores: «De­béis intentar cazar al perro vivo, porque es muy valiente frente a los demás animales». Los hombres no cejaron de porfiar hasta que consi­guieron traer el perro al poblado.
Y, efectivamente, les era muy útil. Salía con ellos al bosque, y les ayudaba en la caza. A medida que era más doméstico, más enemigo era de los animales salvajes. Y, cuando éstos se acercaban al poblado, el perro los cazaba y los daba a los hombres para que se los comie­ran.
Un día, los animales del bosque se acercaron para parlamentar con él: «Si hasta hace poco eras nuestro hermano, ¿cómo es que ahora eres nuestro enemigo más peligroso?». El perro estaba orgulloso de sí mis­mo: «Es que ahora ya estoy civilizado; ya no soy un salvaje como vosotros». La tortuga intervino: «Da lo mismo. El domingo vamos a organizar una gran fiesta, y queremos invitarte». Pero el perro no daba a torcer su soberbia: «Primero os invitaré yo. Así que el domingo os esperaré en el poblado, y otro día ya aceptaré vuestra invitación».
Los hombres ayudaron a su amigo el perro, y durante toda la sema­na prepararon toda suerte de comida. El domingo llegaron todos los animales al poblado, y comieron abundantemente. Pero los hombres se burlaron de ellos porque no sabían comer.
Al otro domingo, el perro acudió a la fiesta del bosque. Le recibie­ron con agasajo; la tortuga insistió en sentarse a su lado y empezó a comer. De pronto, tiró un hueso al suelo. El perro lo miró, pero no se movió de su sitio. La tortuga echó un segundo hueso. Y, al tirar el tercero, el perro no pudo aguantarse más y, antes de que el hueso llegara al suelo, ya lo había cogido entre sus dientes.
Entonces, todos los animales se rieron de él: «Has tenido la suerte de que el hombre te escogiera como su amigo. Pero ha sido por su conveniencia, y no porque seas el más civilizado de nosostros: ¿no ves cómo te has levantado de tu sitio para recoger lo que a nosotros nos so­braba?».
El perro, herido en su orgullo, regresó corriendo al poblado. Y, desde entonces no ha sido amigo de ninguno de los demás animales.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat


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