Hacía
ya mucho tiempo que los hombres vivían en la Tierra, pero todavía
no había muerto nadie. Dios llamó a dos animales, el lagarto y el
camaleón, para determinar si el hombre debía morir y resucitar o
bien si tenía que morir para siempre. Les advirtió: «Cada cual
podrá expresar libremente lo que piense; pero sólo tomaré en
consideración la palabra del primero que llegue».
Todos
sabían que, por aquel entonces, el camaleón era el animal más
rápido de cuantos se conocían: porque poseía un par de zapatos
maravillosos que le permitían correr a toda velocidad. De manera que
el lagarto pensó: «Buscaré la manera de quitarle esos zapatos. Es
la única manera posible de llegar el primero, y que sea mi palabra
la que se considere».
La
víspera de su partida, el lagarto y el camaleón durmieron en la
misma casa para poder salir juntos al alba. El camaleón se quitó
los zapatos, se metió en la cama y se durmió. El lagarto hizo lo
mismo; pero al llegar la medianoche se despertó, sustrajo los
zapatos del camaleón y los escondió fuera de la casa.
Por
la mañana, al despertar, el lagarto partió raudo como una
centella. El camaleón pobre, se hartó de buscar inútilmente
sus zapatos mágicos.
El
lagarto, mientras tanto, caminaba rápidamente con esos zapatos; y,
naturalmente, llegó el primero: «Creo que el hombre debe ser como
todos los animales: tiene que morir para siempre», manifestó. Y
Dios resolvió: «Así será; ya que has sido el primero en llegar,
tendré en cuenta tu palabra». El lagarto regresó a su casa.
Despacito,
despacito, el camaleón se fue acercando: «Mi opinión es ésta:
que, el hombre muera y resucite más adelante».
Pero
Dios ya había tomado una decisión, y le desengañó: «A buenas
horas lo dices. ¿No ves que el lagarto se ha presentado mucho
antes?».
Pero
los hombres no sabían que el lagarto le había robado los zapatos.
De
manera que, en cuanto el camaleón volvió a la Tierra, le
persiguieron tenazmente: «Por tu culpa moriremos para siempre.
Pero tú también sucumbirás: la tierra se hundirá bajo tus pies y
te engullirá».
La
amenaza de los hombres convirtió al camaleón en un animal
aterrorizado. Desde entonces tiene miedo: cree que la tierra lo puede
tragar, y por eso se mueve con tanto cuidado.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
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