Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

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sábado, 31 de enero de 2015

El lagarto y el camaleon .045

Hacía ya mucho tiempo que los hombres vivían en la Tierra, pero todavía no había muerto nadie. Dios llamó a dos animales, el lagarto y el camaleón, para determinar si el hombre debía morir y resucitar o bien si tenía que morir para siempre. Les advirtió: «Cada cual podrá expresar libremente lo que piense; pero sólo tomaré en consideración la palabra del primero que llegue».
Todos sabían que, por aquel entonces, el camaleón era el animal más rápido de cuantos se conocían: porque poseía un par de zapatos maravillosos que le permitían correr a toda velocidad. De manera que el lagarto pensó: «Buscaré la manera de quitarle esos zapatos. Es la única manera posible de llegar el primero, y que sea mi palabra la que se considere».
La víspera de su partida, el lagarto y el camaleón durmieron en la misma casa para poder salir juntos al alba. El camaleón se quitó los zapatos, se metió en la cama y se durmió. El lagarto hizo lo mismo; pero al llegar la medianoche se despertó, sustrajo los zapatos del cama­león y los escondió fuera de la casa.
Por la mañana, al despertar, el lagarto partió raudo como una cen­tella. El camaleón pobre, se hartó de buscar inútilmente sus zapatos mágicos.
El lagarto, mientras tanto, caminaba rápidamente con esos zapatos; y, naturalmente, llegó el primero: «Creo que el hombre debe ser como todos los animales: tiene que morir para siempre», manifestó. Y Dios resolvió: «Así será; ya que has sido el primero en llegar, tendré en cuenta tu palabra». El lagarto regresó a su casa.
Despacito, despacito, el camaleón se fue acercando: «Mi opinión es ésta: que, el hombre muera y resucite más adelante».
Pero Dios ya había tomado una decisión, y le desengañó: «A bue­nas horas lo dices. ¿No ves que el lagarto se ha presentado mucho an­tes?».
Pero los hombres no sabían que el lagarto le había robado los zapa­tos.
De manera que, en cuanto el camaleón volvió a la Tierra, le persi­guieron tenazmente: «Por tu culpa moriremos para siempre. Pero tú también sucumbirás: la tierra se hundirá bajo tus pies y te engullirá».
La amenaza de los hombres convirtió al camaleón en un animal aterrorizado. Desde entonces tiene miedo: cree que la tierra lo puede tragar, y por eso se mueve con tanto cuidado.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat


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