Los
hombres y los animales vivían juntos en el mismo poblado. Los
hombres despreciaban bastante a los animales: «No sabéis nada de
nada, y no razonáis las cosas que hacéis». Los animales aceptaban
que esto era verdad, porque al fin y al cabo los hombres les
alimentaban.
Pero
no pasaba lo mismo con el perro, al que los hombres consideraban
como un amigo: le invitaban a comer a su casa, e incluso le daban
como comida a otros animales. El perro, sin embargo, no correspondía
al trato de favor que recibía de los hombres, y les robaba cuanto
podía.
Un
día, un hombre había traído pescado a su casa. Su mujer lo preparó
y lo dejó en la cocina. El perro, por la noche, excavó un agujero
hasta la cocina y robó todo el pescado. Por la mañana, le
preguntaron si había visto al ladrón; y contestó: «Yo creo que
debe ser la cabra, porque tiene unas orejas que parecen cucharas».
El hombre se acercó a la cabra y vio que, efectivamente, tenía unas
orejas parecidas a las cucharas. Se enfadó mucho con ella y le cortó
las oreja. Ya lo dice el refrán: «Cuando el perro roba algo, cortan
las orejas a la cabra».
Un
tiempo más tarde, volvió a suceder lo mismo: el perro, por la
noche, robó todo el pescado que un hombre había traído. Por la
mañana, volvió a acusar a la cabra. El hombre acudió al lugar
donde se encontraba la cabra y vio que ésta estaba enferma y
hambrienta. Pero el perro insistía: «¿No ves cómo está
masticando?». La cabra protestó: «Pero ésta es la costumbre que
tengo: trago el alimento y lo voy masticando lentamente»i.
Sin embargo, sus protestas no sirvieron de nada, y le cortaron las
orejas de nuevo.
La
tortuga estaba irritada: «No hay derecho a lo que está hacien-do el
perro. Tenemos que defender a nuestra compañera la cabra». Aquel
día, un hombre regresó al poblado con un buen cesto de pescado. Su
mujer lo preparó y lo dejó en la cocina. Por la noche, la tortuga
se acercó a la casa y excavó un agujero muy profundo. Cuando vino
el perro para intentar robar el pescado, cayó en ese agujero y quedó
atrapado.
Por
lá mañana, los hombres vieron el agujero y pensaron que la cabra
había robado otra vez el pescado. Pero la tortuga, que estaba atenta
a su conversación, les dijo: «Yo fui la que excavó ese agujero,
para atrapar al ladrón. Si no ha podido escapar, todavía le
encontraréis allí». Y, efectiva-mente, los hombres miraron el
agujero y vieron que era el perro quien había intentado cometer el
robo.
Le
dieron tal paliza, que desde entonces ha escarmentado. Y no solamente
no ha vuelto a robar, sino que es el mejor vigilante que tienen los
hombres.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
i
Un
episodio similar da lugar a un cuento fang.
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