Un
padre tenía tres hijos. El mayor era un chico muy trabajador. Y con
mucho esfuerzo consiguió tener riquezas y ser un hombre muy bien
considerado. Al verse rico, pagó las bodas de sus dos hermanos y él
mismo, en lugar de casarse como sus hermanos pequeños, quiso
emprender un largo viaje. Su padre estaba extrañado por esta
postura, pero él le indicó: «No quiero casarme antes de saber las
cosas de la vida».
Cuando
ya llevaba algún tiempo viajando, encontró a un carpintero:
«No te había visto por aquí. ¿Qué buscas?». El chico respondió:
«Un lugar donde poder quedarme». El carpintero le ofreció su casa,
y allí pasó la noche.
Por
la mañana, el carpintero se fue al trabajo. La mujer del carpintero
se había enamorado del muchacho. De manera que le invitó a almorzar
y puso a su hija en la puerta para que les avisara si volvía el
marido. Éste se presentó antes de lo esperado. Entonces la mujer
dio una piedra al chico y le indicó que se escondiera detrás de la
puerta. Cuando el carpintero entró en la casa, el chico le atizó un
gran golpe en la cara y salió corriendo hacia la carpintería.
El
carpintero llegó a la carpintería con una gran herida en el ojo:
«Había alguien escondido detrás de la puerta de mi casa. Cuando me
disponía a entrar, me ha atizado un gran golpe y ha salido
corriendo, dejándome esta herida en el ojo». El chico no le contó
que había sido él mismo quien le había pegado, pero explicó:
«Pues yo estaba con una mujer y, al presentarse de improviso su
marido, me ha dado una piedra y me ha escondido detrás de la
puerta para que le atizara». El carpintero comprendió que su mujer
le estaba engañando.
Al
día siguiente, de nuevo la mujer quería estar con el chico. Cuando
el carpintero salió para el trabajo, encomendó a su hija que
vigilara con atención el regreso del marido, y para ellos dos
preparó un buen almuerzo. El marido regresó al cabo de poco rato.
La hija les avisó, y esta vez la mujer metió al muchacho dentro de
un baúl.
Cuando
el marido vio que la mesa estaba puesta, se enfadó mucho y quiso
prender fuego a la casa. La mujer le dijo: «Por lo menos deja que
saque este baúl, porque es el que traje de mi casa cuando nos
casamos». El hombre accedió y prendió fuego a la casa. Y, cuando
ya estaba reducida a un montón de ceniza, vio con desesperación que
no había salido nadie.
El
chico huyó.
a toda prisa. Y, al volver a casa de su padre, le dijo: «Ahora sí
que voy a casarme, porque ya conozco las cosas de la vida». El padre
le buscó una chica, y se casaron: porque podía mantenerla, y porque
sabía qué debía hacer para que no le engañara.
Efectivamente,
un tiempo después hubo un hombre que quería cometer adulterio con
la mujer del chico. La mujer no quería contárselo, pero él
lo advirtió por la forma de mirarse. Entonces la llamó y le dijo:
«Ya sé lo que está pasando aquí. Si no me lo quieres contar, te
daré una soberana paliza». Ella se lo contó, y así evitó que le
engañara. Pudieron, desde entonces, vivir sin problemasi.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
i
Esta
segunda secuencia, innecesaria, sirve solamente para reforzar el
carácter moralizador y didáctico del cuento.
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