Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

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sábado, 31 de enero de 2015

El rey de la playa .033

El rey de la playa, Ndjambu, se había casado con dos mujeres. Una de ellas le dio dos hijos, un niño y una niña, y murió al cabo de poco tiempo. Los niños se quedaron en casa, con el padre y la madrastra. Ésta, en lugar de cuidar de ellos de una manera maternal, los mal­trataba.
Al cabo, los niños decidieron escaparse. Entraron en el bosque y caminaron muchos días: bajo el sol, bajo la lluvia, con frío y con calor, con vientos y tornados...
Cuando la madrastra se dio cuenta de que los niños habían desapa­recido, maldijo a los ríos del bosque para que todo aquel que bebiera de ellos se transformara en un animal.
Y así sucedió. El niño, agotado por la sed, se detuvo a beber en un río; y se convirtió en un antílope. Su hermana, apenada, continuó la marcha junto a su hermanito antílope. Hasta que divisaron el poblado del rey del bosque. Entonces construyeron una casita y allí se refugia­ron.
El hermanito salía de cuando en cuando para comer la hierba del bosque. Una vez, el hijo del rey del bosque lo vio y le lanzó una flecha. El antílope huyó y buscó cobijo junto a su hermana. El hijo del rey del bosque le había seguido. Al ver a la niña, requirió: «He sido yo, el que ha sorprendido al animal. Tiene que ser para mí».
La hermana objetó: «No puedes llevarte a este animal, porque es mi hermano: huimos de la playa para librarnos de nuestra madras-tra; pero ella ha encantado las aguas y mi hermano es ahora este antílope. No puedes llevártelo».
El hijo del rey del bosque se ofreció a ayudarles, y los llevó a su casa. La niña repetía: «¡Ojalá pudiéramos atraer a nuestra madrastra! Sólo ella podría ayudar a mi hermano».
El hijo del rey del bosque decidió casarse con la muchacha. Invita­ron a la boda a todos los vecinos, incluso al rey de la playa y a su mujer. El marido se proponía algo especial, y dispuso que a los padres de la chica les dieran la comida sin sal.
El rey de la playa protestó: «¿Por qué se me trata así en la boda de mi hija?». Todos le reprobaron: «Permitiste que tu segunda mujer mal­tratara a tus hijos, y que ellos se escaparan de casa. Dejaste que les importunara, hasta convertir al niño en un antílope. ¿De qué te que­jas? Lo que debes hacer es ordenar a tu mujer que transforme de nuevo al chico».
Trajeron a la mujer y ésta, atemorizada, devolvió al muchacho su figura humana.
Preguntaron a la multitud: «¿Qué vamos a hacer con la mujer?». La gente resolvió arrojarla al mar: la llevaron a la playa; la ataron con unas grandes piedras; la metieron en un cayuco, y la sumergieron en el agua.
El muchacho, la chica y su marido vivieron, a partir de entonces, llenos de felicidad.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat


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