El
rey de la playa, Ndjambu, se había casado con dos mujeres. Una de
ellas le dio dos hijos, un niño y una niña, y murió al cabo de
poco tiempo. Los niños se quedaron en casa, con el padre y la
madrastra. Ésta, en lugar de cuidar de ellos de una manera maternal,
los maltrataba.
Al
cabo, los niños decidieron escaparse. Entraron en el bosque y
caminaron muchos días: bajo el sol, bajo la lluvia, con frío y con
calor, con vientos y tornados...
Cuando
la madrastra se dio cuenta de que los niños habían desaparecido,
maldijo a los ríos del bosque para que todo aquel que bebiera de
ellos se transformara en un animal.
Y
así sucedió. El niño, agotado por la sed, se detuvo a beber en un
río; y se convirtió en un antílope. Su hermana, apenada, continuó
la marcha junto a su hermanito antílope. Hasta que divisaron el
poblado del rey del bosque. Entonces construyeron una casita y allí
se refugiaron.
El
hermanito salía de cuando en cuando para comer la hierba del bosque.
Una vez, el hijo del rey del bosque lo vio y le lanzó una flecha. El
antílope huyó y buscó cobijo junto a su hermana. El hijo del rey
del bosque le había seguido. Al ver a la niña, requirió: «He sido
yo, el que ha sorprendido al animal. Tiene que ser para mí».
La
hermana objetó: «No puedes llevarte a este animal, porque es mi
hermano: huimos de la playa para librarnos de nuestra madras-tra;
pero ella ha encantado las aguas y mi hermano es ahora este antílope.
No puedes llevártelo».
El
hijo del rey del bosque se ofreció a ayudarles, y los llevó a su
casa. La niña repetía: «¡Ojalá pudiéramos atraer a nuestra
madrastra! Sólo ella podría ayudar a mi hermano».
El
hijo del rey del bosque decidió casarse con la muchacha. Invitaron
a la boda a todos los vecinos, incluso al rey de la playa y a su
mujer. El marido se proponía algo especial, y dispuso que a los
padres de la chica les dieran la comida sin sal.
El
rey de la playa protestó: «¿Por qué se me trata así en la boda
de mi hija?». Todos le reprobaron: «Permitiste que tu segunda mujer
maltratara a tus hijos, y que ellos se escaparan de casa.
Dejaste que les importunara, hasta convertir al niño en un antílope.
¿De qué te quejas? Lo que debes hacer es ordenar a tu mujer
que transforme de nuevo al chico».
Trajeron
a la mujer y ésta, atemorizada, devolvió al muchacho su figura
humana.
Preguntaron
a la multitud: «¿Qué vamos a hacer con la mujer?». La gente
resolvió arrojarla al mar: la llevaron a la playa; la ataron con
unas grandes piedras; la metieron en un cayuco, y la sumergieron en
el agua.
El
muchacho, la chica y su marido vivieron, a partir de entonces, llenos
de felicidad.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
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