Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 31 de enero de 2015

Ilombe en el poblado de los fantasmas .001

Ngwalezie había muerto, dejando a Ilombe en manos de Ngwakon­di y de la hija de ésta. No la trataban bien, y le daban poca comida. Un día, Ilombe cogió unas berenjenas y se las comió a escondidas. Cuando Ngwakondi regresó a casa, las echó en falta. Y preguntó quién las había tocado. Ilombe confesó: «Las he cogido yo, porque tenía ham­bre». Ngwakondi se enfadó mucho: «Sal de esta casa, y no te atrevas a regresar hasta que traigas otras berenjenas».
Ilombe no sabía dónde podía encontrar esa hortaliza, así que deci­dió salir en busca de su difunta madre. Por el camino encontró a dos serpientes que peleaban, y las separó. Las serpientes se lo agradecieron: «Sigue por este camino y encontrarás lo que buscas». Encontró tam­bién a dos cazadores que peleaban. Los separó, y ellos se lo agradecie­ron: «Sigue por este camino y encontrarás lo que buscas». Luego en­contró a un diente que partía leña. Le ayudó en su trabajo, y el diente se lo agradeció: «Entra en ese bosque y encontrarás lo que buscas en una casita».
Ilombe siguió su camino, y al acercarse a la casita del bosque vio que en ella vivía una vieja muy vieja. Entró en la casa, y ayudó a la mujer en todo lo que hacía falta. Luego le explicó su historia, y la vieja le dijo: «No temas, porque voy a ayudarte: sigue por aquel camino de la derecha, hasta que llegues a un castaño. Debajo del castaño se en­cuentra un pozo, adonde acuden todas las mujeres fantasmas. Espera a la última mujer, que será tu madre. Pero no te des á conocer a las demás, porque en ese poblado no suelen aceptar a gente viva».
Ilombe siguió las instrucciones de la vieja. Al llegar al castaño se subió a él, y esperó a que las mujeres del poblado se acercaran. La última era, en efecto, su madre. Cuando recogía el agua, le echó una castaña para llamar su atención. Ngwalezie se alegró mucho de poder ver a su hija, pero sintió tristeza al escuchar su historia.
Le dijo:
«Como hoy es sábado, habrá una fiesta en el poblado. Acude a ella, pero no participes en nada». Por la noche, Ilombe acudió a la fiesta del poblado. Los fantasmas le ofrecían manos, senos y otras partes huma­nas para comer; pero Ilombe no tomó nada, ni participó en el baile. Más tarde apareció su madre y le dio unas berenjenas y unas semillas para que pudiera plantarlas en su finca.
Ilombe regresó a casa sin ningún tropiezo. Ngwakondi cogió las berenjenas y las semillas, que plantó en la finca, y la vida prosiguió con normalidad. Al cabo de un tiempo, Ngwakondi también falleció. Y un día, la hija de Ngwakondi se comió las berenjenas a escondidas. Ilombe se enfadó mucho: «¿Es que no recuerdas lo que me hicísteis por causa de las berenjenas? Pues tú vas a pasar por la misma prueba: sigue por ese camino, y que tu difunta madre te ayude a encontrar más berenje­nas; porque, si no es así, no volverás a pisar esta casa».
Por el camino, la hija de Ngwakondi encontró a dos serpientes que estaban peleando. Cogió un palo y las apaleó hasta que se separaron. Las serpientes le indicaron: «Sigue por este camino y encontrarás lo que te mereces». Más tarde vio a dos cazadores que también peleaban entre sí, y con el mismo palo los separó. Los cazadores le dijeron: «Por este camino encontrarás lo que buscas». Siguiendo el camino, vio que un diente cortaba leña, y le dijo: «¿Dónde se ha visto que los dientes corten leña? Déjalo inmediata-mente y compórtate con normalidad». El diente le respondió: «Sigue por el camino del bosque, y ya alcanza­rás lo que te estás buscando».
Cuando vio a la viejecita de la casita del bosque, no la ayudó en nada. Pero la vieja también le indicó lo que debía hacer y le dio las mismas instrucciones que había dado a Ilombe.
La hija de Ngwakondi se situó encima del castaño, y cuando divisó a la última mujer que acudía en busca de agua se convenció de que era su propia madre. Cuando ésta se acercó al pozo, le echó una castaña en el agua para que advirtiera su presencia. Ngwakondi, feliz por ver a la hija, le advirtió: «Como hoy es sábado, si vienes a la fiesta del poblado podré darte las berenjenas que necesitas. Pero no participes en nada de lo que veas».
Cuando la chica se acercó por la noche al poblado de los fantas-mas, le ofrecieron un dedo para comer. Ella lo tomó y se lo comió sin ningún pesar. Luego se acercó al lugar donde estaba su madre; pero, como sentía ganas de bailar con los demás, se unió a ellos. Al instante, uno de los fantasmas levantó su machete y le partió la espalda.
La hija de Ngwakondi no regresó jamás. Y, a pesar de que Ilombe la estuvo esperando durante largo tiempo, permaneció para siempre en el poblado de los fantasmas junto a su madre.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat


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