Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 6 de julio de 2012

Ladrón y pícaro

317. Cuento popular castellano

Era un matrimonio que tenía tres hijos. Se murió el padre y entonces dicen los hijos:
-¿Qué vamos a hacer ahora, sin tener que comer ni nada?
Y decidieron de ir a aprender un oficio cada uno. Los tres sa­lieron en un día y al llegar a una ermita donde había una cruz dijeron:
-Aquí nos separaremos. Iremos cada uno por un sitio a ver quién es el que mejor oficio aprende. Y de hoy en un año nos jun­taremos aquí para volver a casa los tres.
El primero llegó a un pueblo y se ajustó en casa de un herrero, donde aprendió el oficio de herrero. El segundo se fue a otro pue­blo, en casa de un zapatero, y aprendió el oficio de zapatero.
El más pequeño se fue por el monte y encontró una casa de ladrones y dijo que si le querían enseñar el oficio. Le dijeron que sí, y al poco tiempo era él más ladrón que los otros. Siempre decía:
-A mí, déjenme solo, que yo robaré más que nadie.
Cuando sabía que había una feria o un mercado en alguna parte, iba de a caballo y se ponía en el camino y tendía una manta. Deja­ba una escopeta encima del caballo y una pistola en cada lado de la manta. Y con otra pistola en la mano, a todos los que pasaban les decía:
-¡El dinero en esa manta, y si no, aquí quedan ustedes!
Así que a todos les obligaba a dejar allí el dinero, y cuando volvía a casa, había robado él solo más que todos los otros, por lo que decidieron hacerle capitán de la cuadrilla. Cuando llegó el año les dijo:
-Yo me tengo que marchar, porque he quedado con mis her­manos de juntarnos todos al pie de una ermita.
Los ladrones no querían que se marchara; pero por fin le dije­ron que si les daba palabra de volver, de no decir a naide dónde estaban y lo que hacían, le dejarían marchar. Y él así se lo prome­tió. Le dieron el dinero que quiso llevar, y se fue el muchacho con un caballo muy bueno a juntarse con sus hermanos.
Se juntaron los tres y dicen al mayor:
-¿Qué oficio has aprendido tú?
-Yo, el de herrero.
-¿Y tú? -le dicen al segundo.
-Yo, el de zapatero.
Y los mayores le preguntaron entonces al pequeño:
-¿Y tú?
-Yo no lo puedo decir -dice él.
-Pues entonces, ¿qué dirá madre?
-Nada. Yo le daré más dinero que vosotros, y a ella no la im­portará lo que yo hago.
Se fueron al pueblo y la madre muy contenta porque fueron los tres hijos. Se reunió toda la familia para celebrar el regreso, y un tío muy listo que tenían les dice:
-¡A ver, a ver qué oficio habéis aprendido! Y dice el mayor:
-Yo, el de herrero.
-¡Ah, muy bien, muy bien! No hay herrero en el pueblo y aquí ganarás lo que quieras.
-Y tú, ¿qué has aprendido? -le dice al segundo.
-Yo, el de zapatero.
-¡Ah, muy bien, muy bien! Tampoco hay zapatero en el pueblo y también has de ganar lo que quieras. Y le dice al pequeño:
-¿Y tú?
-Yo, ninguno.
-Entonces, ¿cómo vienes tan bien portao con tu caballo? 
-Pues yo no he aprendido ninguno; pero seré el que más dinero ciaré a mi madre.
Y sacó un bolsillo de seda y la dio a su madre muchas monedas de oro. Y su madre y su tío le dicen:
-No se recibirán las monedas en lo que no sepamos de qué proceden.
-¡Nada! -dice él-. Son mías. Recíbalas usté.
Pero la familia se opuso a ello. Dijeron que no, que no recibiría la madre las monedas, si no decía cómo las había ganado. Ya tanto insistieron que dijo el muchacho que se lo diría a su tío solo. Se lo dijo a su tío, y éste se puso muy enfadao y le dijo:
-Tú eres el que peor oficio has aprendido y el que nos vas a perder a todos.
-Tengo mucho quinqué y sé muy bien lo que me hago -dice el ladrón. Esta noche voy a robar a fulano de tal.
Y iba y le robaba y volvía. Y otro día iba a robar a otro de día, y entraba y salía de la casa y nadie le decía nada. Y su tío le decía:
-¡Es porque son tontos! ¡No me robarías a mí! Y entonces le dijo el ladrón:
-¿Quiere usté apostar a que esta noche le robo a usté y duer­mo con su mujer?
-Eso no harás conmigo -le dice el tío; ni eso ni nada. Y se marcha el otro y le dice:
-Hasta la vuelta.
Y el muchacho fue y cargó dos machos con dos pellejos de aceite y dos de agua. Y por la noche, a eso de las doce, se metió por una laguna que había en la calle y dejó caer a uno de los pe­llejos de agua, y empezó a vocear, pidiendo auxilio:
-¡Auxilio, auxilio, que me roban, y que me han tirao la carga en esta laguna! ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Socorro!
Y tanto lloraba y gritaba que salieron algunos vecinos y entre ellos su tío. Y él, al ver allí a su tío, reventó los pellejos del agua y dijo:
-En lo que sacan esos pellejos voy yo a por otro inacho. Tén­gales ahí hasta que yo vuelva.
Y se fue derecho en casa de su tío. Y allí en casa de su tío fue y se metió en la cama con su tía, y su tía, como estaban a oscu­ras, no conoció quien se metió en la cama -si era su marido, y dijo:
-¡Qué frío vienes!
-He estado ayudando ahí a un pobre que en la calle le han querido robar y le han vaciao los pellejos de aceite.
Y él, después que estuvo con su tía, se cagó en la cama y robó la cartera que había dejao su tío en la chaqueta al pie de la cama, y se marchó adonde estaban los machos. Y los vecinos que había allí le ayudaron a cargar los pellejos y cada uno se fue a su casa.
Y al ir su tío a la cama, se encontró con que la cama estaba sucia y le dice a la mujer:
-¿Qué hay aquí?
Y dice ella:
-Tú lo sabrás, puesto que no has hecho más que salir de la cama.
-¿Yo? -dice él.
-Sí -dice ella; tú has salido ahora mismo.
-¿Yo?
-¡Ahora mismo!
Y entonces dice él:
-¡Ahora caigo! ¡Ése ha hecho lo que me dijo!
Miró la chaqueta y vio que en efezto le había robao. Y al día
siguiente se fue a casa del muchacho y le dijo:
-Has hecho lo que decías.
-Sí, señor; con mucha facilidaz. ¡Ahora diga usté que a úste no le roba nadie!
-¡En verdaz eres el ladrón más afamao que se conoce, puesto que robas diciéndoselo al mismo que has de robar!
Y entonces el muchacho se lo dijo a su madre:
-Donde yo estoy no lo sabrá usté nunca; pero dinero tendrá usté en abundancia, y a ver quién ha sido el que mejor oficio ha aprendido.

Cervera de Río Pisuerga, Palencia. Teodora Gómez. 24 de mayo, 1936. 50 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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