330. Cuento popular castellano
Era una mujer que estaba casada. Y se murió
ella, y quedó el marido viudo. Y al volver de la ilesia, el día del entierro,
echaron de menos las morcillas que tenían guardadas para el invierno. Y la dice
el marido a una hija que tenía:
-¡Coño! ¡Tu madre nos ha llevao las morcillas
al otro mundo!
-¡Allí va a llevar mi madre las morcillas!
-decía la chica.
Coge su padre y se va a la ilesia donde
estaba enterrada. Y el hombre desenterró a su mujer y la sacaba a cuestas
metida en una talega. Y al tiempo de salir de la ilesia, de una casa que había
enfrente de la puerta de la ilesia salen unos estudiantes con una talega llena
de morcillas, las que habían robado en casa del viudo. Y dice el hombre:
-¡Ah, pícaros! ¡Vosotros habéis sido los que
me habéis llevao las morcillas!
Tiraron la talega en el suelo y echaron a
correr. Y el hombre dejó a su difunta, que la sacaba en la talega metida, y se
cogió la talega de morcillas. Fue a casa y la dijo a su hija:
-Mira, ¡eh! Decías que no había llevao tu
madre las morcillas al otro mundo. Sí, que las había llevao. Sí, mira, mira.
Vuelven los estudiantes. Dicen:
-No nos han llevao las morcillas.
Se la echan a cuestas, la talega, y se la
llevaron en casa de uno de ellos.
-¡Vaya! -dicen-. Vamos a ver qué tal están
las morcillas. Desatan la talega y se encuentran con la difunta.
-¡Coño! ¡Nosotros somos perdidos! ¿Aónde
vamos a ir con esta difunta?
Y dice un estudiante:
-No asustarse, que esto se arregla pronto.
Fueron a la puerta de una posada muy de
noche, que iban casi todas las noches a hacerles rabiar a los de la posada. Y
la puson a la mujer con cuatro listones pinada, para que se tuviera de pie,
frente a la ventana de la posada. Y empezaron los estudiantes a dar guerra al
de la posada. Coge el posadero un adobe, le tiró por la ventana y le plantó en
mitá el pecho a la difunta. Y la dice a la mujer:
-Fulana -dice-. He matao a uno. Está tendido
en el suelo. Vamos a ver.
Se levantan y la metieron en casa.
-Vamos a ser perdidos -dice el de la posada a
su mujer. Y dice la mujer al marido:
-No te asustes, que esto se arregla muy
pronto.
Habían llegado a la posada dos arrieros con
unas banastas de fresco.
-Pues, mira -dice la mujer al marida. Vamos
a sacar la pesca de una banasta.
Y metieron la mujer allí. A otro día por la
mañana cargan los arrieros las banastas y tomaron la marcha a otro pueblo. Y
llevaban un caballejo entero. Y le dice el un arriero al otro:
-¡Coño, chico! ¡Qué mal sienta la carga! De
aquí nos deben de haber sacao pesca.
Van a mirar a la carga y se encuentran que
está allí la difunta.
-¡Coño, que aónde vamos ahora con ésta!
¡Estamos perdidos! Y dice el un arriero al otro:
-Montarla a caballo en el caballejo.
Y con cuatro palos que la puson, para que se
tendría derecho en el caballejo... y le echaron al caballejo con la difunta al
campo. Y ellos, claro, marcharon a otro pueblo.
Y como el caballo estaba desmandao, andaba
por los trigos. Va el guarda:
-¡Oiga ustez, haga ustez el favor de salirse
del trigo!
Y el caballejo se ponía a relinchar. Y al
relinchar, se meneaba la mujer. Y estuvon tres días o cuatro, y ya el guarda
dio aviso al alcalde que el demonio estaba en el campo. Trató el alcalde con el
cura y todo el pueblo en general en ir a conjurar al campo. Y el señor cura
tenía una yegüecita roja, y se puso a caballo en ella.
Y según estaba conjurando el campo, la yegua,
que estaba alta... el caballo que la fatea... empieza a correr detrás de la
yegua... y el cura tan asustao de que iba el demonio detrás de él. Al llegar a
casa, agachó la cabeza y entró en el portal sin bajarse de la yegua. Y el
caballejo entró también, y al tiempo de entrar el caballejo en el portal, se
dio una frontinada la viejaa y se cayó del caballo. Y así se salvaron todos.
Astudillo,
Palencia. Pedro
Velasco.
16
de mayo, 1936. Labrador,
69 años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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