Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 6 de julio de 2012

La confesion del tonto .405

405. Cuento popular castellano

En un pueblo de la Montaña, vivía una pobre mujer viuda con un hijo que llamaban tonto. Era costumbre en el pueblo de que los vecinos hicieran su matanza de cochinos para prever las.ne­cesidades durante el invierno. El señor cura del pueblo criaba para tal fin dos cerdos que veían pasar con frecuencia por la puerta de la citada viuda. Ésta, como era pobre de solemnidad, no hacía la consabida matanza. Y un día el hijo la propuso apro­vechar el momento en que pasaran los cerdos del señor cura para meter uno en su casa y sacrificarle para ellos.
Y dicho y hecho. Al pasar los cerdos del señor cura por su puerta al día siguiente, el hijo metió uno en su casa y le mató. La madre, horrorizada de la acción de su hijo, fue a notificárselo al señor cura. Pero durante el camino, pensó de otra manera y se dijo:
-Quizá no lo sepa.
Y se volvió para su casa.
Habiendo echado de menos el señor cura el cerdo que le fal­taba, el ama le propuso que impusiera como obligación el que todos sus feligreses se confesaran con él en el término de tres días. Así lo verificó el pueblo, preguntando el ama cada día:
-¿Ha aparecido el delincuente?
Como la contestara negativamente, ella le dijo si faltaba algu­no por confesar. Y él respondió:
-Únicamente Antón, el tonto. Y le replica el ama:
-Pues vaya a visitarle, para mandarle irse a confesar.
A lo que accedió el señor cura. Visitó a Antón y le mandó que fuese a confesarse al día siguiente. La madre de Antón encargó mucho a éste que no confesara al señor cura el robo del marrano. Pero él insistía que sí, que se lo diría.
Al día siguiente, cumpliendo su palabra, Antón fue a confesar­se. Y entonces el señor cura, preguntándole por orden de los mandamien-tos, le dijo:
-¿Amas a Dios?
-¿Le amas tú? -le contestó Antón.
-Yo sí, hombre.
-Pues, yo también.
En el segundo:
-¿Has echado alguna blasfemia? ¿Has jurado?
-¿Lo haces tú?
-Yo, no.
-Pues, yo tampoco -contestó Antón. En el tercero:
-¿Oyes misa los días festivos?
-¿La oyes tú? -preguntó Antón.
-Yo no la oigo, la digo.
-Pues, yo no la digo, pero la oigo.
-¿Obedeces a tus padres? -le preguntó en el cuarto el sacer­dote.
-¿Les obedeces tú?
-Yo no les tengo.
-Pues yo no tengo más que mi madre y la obedezco.
Y así sucesivamente el quinto y sexto hasta llegar al séptimo. Preguntó el sacerdote al tonto:
-¿Has quitado algo? ¿Tienes en casa alguna cosa que no sea tuya?
Y Antón contestó:
-¿Lo has quitado tú? ¿Tienes algo que no sea tuyo? Entonces el sacerdote, como anteriormente Antón afirmaba o negaba lo mismo que él, le dijo:
-Sí, Antón. Yo he quitado algo y tengo algo que no es mío. Y contestó Antón:
-Pues ¡yo no! ¡Y no quiero confesarme con curas ladrones como tú!
Y no apareció el marrano.

Sotobañado, Palencia. Señor de unos 60 años. 11 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)



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