405. Cuento popular castellano
En un pueblo de la Montaña , vivía una pobre
mujer viuda con un hijo que llamaban tonto. Era costumbre en el pueblo de que
los vecinos hicieran su matanza de cochinos para prever las.necesidades
durante el invierno. El señor cura del pueblo criaba para tal fin dos cerdos
que veían pasar con frecuencia por la puerta de la citada viuda. Ésta, como era
pobre de solemnidad, no hacía la consabida matanza. Y un día el hijo la propuso
aprovechar el momento en que pasaran los cerdos del señor cura para meter uno
en su casa y sacrificarle para ellos.
Y dicho y hecho. Al pasar los cerdos del
señor cura por su puerta al día siguiente, el hijo metió uno en su casa y le
mató. La madre, horrorizada de la acción de su hijo, fue a notificárselo al
señor cura. Pero durante el camino, pensó de otra manera y se dijo:
-Quizá no lo sepa.
Y se volvió para su casa.
Habiendo echado de menos el señor cura el
cerdo que le faltaba, el ama le propuso que impusiera como obligación el que todos
sus feligreses se confesaran con él en el término de tres días. Así lo verificó
el pueblo, preguntando el ama cada día:
-¿Ha aparecido el delincuente?
Como la contestara negativamente, ella le
dijo si faltaba alguno por confesar. Y él respondió:
-Únicamente Antón, el tonto. Y le replica el
ama:
-Pues vaya a visitarle, para mandarle irse a
confesar.
A lo que accedió el señor cura. Visitó a
Antón y le mandó que fuese a confesarse al día siguiente. La madre de Antón
encargó mucho a éste que no confesara al señor cura el robo del marrano. Pero
él insistía que sí, que se lo diría.
Al día siguiente, cumpliendo su palabra,
Antón fue a confesarse. Y entonces el señor cura, preguntándole por orden de
los mandamien-tos, le dijo:
-¿Amas a Dios?
-¿Le amas tú? -le contestó Antón.
-Yo sí, hombre.
-Pues, yo también.
En el segundo:
-¿Has echado alguna blasfemia? ¿Has jurado?
-¿Lo haces tú?
-Yo, no.
-Pues, yo tampoco -contestó Antón. En el
tercero:
-¿Oyes misa los días festivos?
-¿La oyes tú? -preguntó Antón.
-Yo no la oigo, la digo.
-Pues, yo no la digo, pero la oigo.
-¿Obedeces a tus padres? -le preguntó en el
cuarto el sacerdote.
-¿Les obedeces tú?
-Yo no les tengo.
-Pues yo no tengo más que mi madre y la
obedezco.
Y así sucesivamente el quinto y sexto hasta
llegar al séptimo. Preguntó el sacerdote al tonto:
-¿Has quitado algo? ¿Tienes en casa alguna
cosa que no sea tuya?
Y Antón contestó:
-¿Lo has quitado tú? ¿Tienes algo que no sea
tuyo? Entonces el sacerdote, como anteriormente Antón afirmaba o negaba lo
mismo que él, le dijo:
-Sí, Antón. Yo he quitado algo y tengo algo
que no es mío. Y contestó Antón:
-Pues ¡yo no! ¡Y no quiero confesarme con
curas ladrones como tú!
Y no apareció el marrano.
Sotobañado,
Palencia. Señor
de unos 60 años. 11
de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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