Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 6 de julio de 2012

La hija del marqués


227. Cuento popular castellano

Éste era un rey que tenía un solo hijo. Y cuando ya el hijo era de edad pa heredar, le dijo su padre que fuera a visitar sus tie­rras pa ver si le gustaban. Y salió el hijo del rey y anduvo visi­tando sus tierras. Y cuando volvía al palacio de su padre, se de­tuvo en una ciudad y vio a dos jóvenes asomaos a una ventanilla viendo el retrato de una joven muy guapa. Y decían ellos:
-¡Qué muchacha más desgraciada! ¡Pobre muchacha!
Y se acercó el hijo del rey y les preguntó por qué decían eso. Y ellos le contaron que la muchacha esa era la hija de un mar­qués y que el marqués la tenía encerrada y no dejaba a nadie verla.
El hijo del rey vio el retrato y se enamoró de la muchacha sin conocerla y les pagó a los jóvenes porque le ayudaran a con­seguirla. Y primero fueron y compraron un órgano, y salió el hijo del rey tocando por las calles, pa ver si salía la hija del marqués y así conseguía verla. Pero ni siquiera se asomó ella al balcón. Y viendo que así no conseguía nada, fue y se metió de pintor y pidió licencia pa ir al palacio del marqués a ver unos paisajes muy bonitos que había allí. Y cuando estaba pintando, vio por una reja la figura de una mujer que le pareció que, era la que había visto en el retrato. Y dijo:
-Pero, ¿cómo me valdré pa hablar con ella?
Y primero se valió de un criao y le pagó porque le ayudara; pero a los dos días volvió el criao y le dijo que era imposible, que el marqués la cuidaba tanto que *no se podía ni hablar con ella siquiera. Y al fin escribió una carta a la joven y se la envió por medio de una criada. Y en la carta la decía que estaba ena­morao de ella y que si ella le quería, que le dijera por qué ventanilla podía subir adonde ella estaba pa hablar con ella. Y ella le contestó que podría subir a tal ventanilla a las doce de la no­che, cuando el marqués estaría dormido.
Y llegó el hijo del rey a la medianoche y subió a la ventanilla que ella le había dicho y entró y habló con ella. Y la dijo él si se quería casar con él, y ella le dijo que sí. Y él la preguntó:
-¿Desde cuándo estás encarcelada aquí? Y ella le dijo:
-Desde que tengo quince años estoy en esta torre y mi pa­dre no me deja salir. Y estoy dispuesta a casarme contigo. Mira, mañana vienes por mí. Y traes un caballo blanco pa que yo te conozca. Pero mucho cuidao, que el marqués siempre anda por ai.
Y fue la primer noche, pero el marqués andaba cuidando, y no se atrevió a llegar por no comprometer a su novia. Y a la se­gunda noche pasó lo mismo y no pudo acercarse al palacio del marqués. Y a la tercera noche ya el pobre no podía del sueño que tenía, porque no había pegao los ojos por dos noches segui­das. Y llegó y no vio a nadie. Se acercó y como todavía no eran las doce, la princesa no se asomaba por la ventanilla. Y se puso abajo a esperar. Y allí se durmió.
Cuando estaba él allí dormido, llegaron allí dos hombres y se pusieron a disputar. Y mientras ellos estaban ai disputando, die­ron las doce. Y a ese momento salió la joven a la ventanilla y miró pa abajo. Y como vio a los dos golfos allí y también al ca­ballo blanco, creyó que era su novio con un criao y bajó y cayó en manos de los golfos. Y ellos se la llevaron a un monte y allí la quitaron sus joyas y su dinero y la dijeron que la iban a ma­tar. Ella les rogó de por Dios que no la mataran y les dijo quién era y les contó cómo había bajao. Y ellos entonces la ataron a un árbol y se fueron con las joyas y el dinero.
Cuando el hijo del rey despertó, vio la ventanilla abierta y que no había nadie dentro y buscó su caballo y no le encontró. Y entonces se puso muy triste y dijo:
-Seguramente ha bajao mi novia y se habrá ido con otro. ¿Qué haré ahora pa encontrarla?
Al otro día pasaba un pastor por el monte y se encontró a la joven atada al árbol y ella le dijo quién era; pero le dijo:
-No me lleve usté a mi casa, que no quiero volver allí. Para que no me conozca nadie, quiero vestirme de hombre. Haga usté el favor de darme ropas de hombre.
Y fue el pastor y trajo ropa de hombre y se vistió ella de hombre. Y le dio las gracias al pastor y se fue por el mundo alante vestida de hombre.
El hijo del rey se puso muy triste y se fue pal palacio de su padre. Y llegó y le preguntó el rey que si le había ido bien en el viaje y si le hablan gustado sus tierras. Y él dijo que sí, que todo le había gustao mucho. Pero nunca quiso decir lo que le había pasao con la hija del marqués. Y vivía siempre triste, pensando en cómo podría encontrar a su novia. Y llegó el día cuando el rey murió y quedó el príncipe de rey. Y entonces le dijeron que era necesario que se casara, porque al reino hacía falta una rei­na. Y él decía que no, que no se quería casar.
Y la hija del marqués, que andaba vestida de hombre, se compró una guitarra y andaba cantando y tocando por los pue­blos. Y llegó al palacio del nuevo rey. Y cantaba y tocaba; pero el rey no se distraía. Y ella al momento le conoció; pero no le decía nada pa ver si él la conocía a ella. Él creía haber visto a ese hombre alguna vez; pero como sólo pensaba en su novia, no se daba cuenta.
Y así estuvo ella en el palacio por dos días. Y al fin, al tercer día, el rey sospechó que el cantador era una joven y le dijo que pasara a su cuarto, que quería hablar con él solo. Y le preguntó quién era. Y ella entonces le dijo que era una joven, hija de un marqués, y que por darle su palabra a un hombre de irse con él, había bajao de su balcón y creyendo que caía en los brazos de su amante, había caído en brazos de unos hombres que la habían llevao al monte y la habían robao todo lo que llevaba y la habían atao a un árbol. Y que como no quería ya volver al palacio, se había vestido de hombre pa ganarse la vida. Y entonces él la dijo que ya se acordaba, que él era su novio y que esa noche se había dormido y entonces era cuando se la habían robao los hombres.
Y cuando ya los dos supieron de verdá quiénes eran, el rey mandó preparar bodas reales y se casó con la joven y fueron muy felices.

Soria, Soria.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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