276. Cuento popular castellano
Éste era un padre que tenía dos hijas..Y una
era muy tonta y la otra muy lista. Y una vez el padre se marchó a la feria con
la mujer y les dijo a sus hijas:
-No almitáis a nadie hasta que yo no venga.
La hermana lista salió a cuidar el ganado, y
cuando la tonta iba a cerrar la puerta, llegó una mujer vieja y la dijo:
-¿No podrán ustedes darme posada para esta
noche, que soy muy vieja y me voy a arrecir de frío?
Y como ella tenía buen corazón, la almitió. Y
fue y la dijo:
-Suba usted a la cocina, que una hermana que
tengo pronto volverá.
Y ella subió. Y cuando volvió la otra hermana
de cuidar el ganado, se estaba calentando a la lumbre, y la vio que traía pantalones
por abajo.
-¡Ay, Dios mío, que éste es un ladrón que nos
va a matar! -dijo para sí.
Y dijo ella en voz alta:
-Voy a hacer unas sopas para cenar.
Y fue y dijo él (pues en efecto era un
ladrón):
-Ahí tengo unas castañas en esas alforjas y
las podremos cocer.
Las cocieron y cenaron, y la tonta, venga a
comer castañas dormilonas hasta que se quedó dormida. Y la lista hacía que las
comía y las tiraba debajo de la mesa. Después de cenar, la dijo la vieja que
dónde tenía que acostar. Y le dice la lista:
-Voy a alumbrarla, porque ahí abajo en la
pajera puede dormir.
Entonces fue y dice:
-Voy a salir un poco, porque tengo gana de
mear.
-Anda, mee usted ahí -le dice la lista.
-No, yo tengo que salir afuera -dice él.
Salió y tocó un pito para que acudieran los
demás ladrones.
Y la lista, al ver eso, fue y dio un portazo
a la puerta y la atrancó.
-Anda, mujer, abre -la decía, que me hielo
aquí.
-Si metes la cabeza por la hornilla -le
dijo, te abro la puerta.
La metió y le cortó una oreja.
-¿Ay, que me ha cortado una oreja! -les decía
a los otros. Pero volvió a llamarla:
-Anda, mujer, abre.
Fue y dice ella:
-Si metes la mano por la hornilla, te abro la
puerta.
Fue y metió la mano y le cortó un dedo.
Y ya se hizo de día, y se marcharon los
ladrones. Y ella abrió la puerta y vio que él se había dejado una mano negra,
una mano blanca y un cuchillo relumbrador. Vinieron los padres de la feria y la
hermana lista se lo contó y dijo:
-Mira lo que se dejó.
A los tres meses volvió él vestido de
caballero a pedir parecer a las hijas. Llegó a su casa y dijo al padre:
-Don Jaime, me han dicho que tiene usted dos
hijas y vengo a pretender a una -la que me quiera de las dos. Y dijo la tonta:
-Yo no, padre, yo no me caso.
-Pues si no te casas tú -dice la lista, pues
me casaré yo. Y fue y se casaron y estuvieron tres meses an ca su padre.
Por fin dice él:
-Mira, tenemos que marchar a nuestra tierra.
Y dice ella:
-Pues ¿qué mejor que en ca mi padre? ¿qué mal
estamos aquí?
Pero por fin se marcharon. Ya llegaron lejos,
y notó ella que tenía una oreja cortá, y le dice:
-¡Ay, maridito mío, que te falta una oreja!
-¡Anda, perra traidora, que tú me la
cortastes! De que lleguemos, ya me lo pagarás.
Entonces notó que le faltaba un dedo y fue y
le dice:
-¡Ay, maridito mío, que te falta un dedo!
-¡Anda, perra traidora, que tú me lo
cortastes! De que lleguemos, ya me lo pagarás.
-Maridito mío, ¿cuándo llegamos a tu tierra?
-De que pasemos este monte, el otro y otro,
ya me lo pagarás. Por fin llegaron y salieron catorce ladrones a recibirlos. Y
les dijo:
-A por leña. Y a ésta, atarla al ciego. Poner
buena lumbre para que se caliente el aceite, y en cuanto esté caliente, matarla
y freírla.
Cuando se marcharon a buscar leña, ella cogió
las tijeras -como la ataron al ciego- y cortó las cuerdas donde la habían
atado, y se marchó. Decía él:
-¡Apelda, apelda, que me se va!
Fueron y tenían una perrita china. Y decían:
-Perrita china, búscanola, que la mejor
tajadita para ti será Y ella llegó a una encina y dijo:
-Encinita, ábrete y vuélvete a cerrar y
méteme dentro, que me vienen persiguiendo para matarme.
Se abrió la encina y se metió dentro.
Llegaron los ladrones, y la perrita venga a dar vueltas a la encina.
-Pues aquí está -dijeron los ladrones. Vamos
a por hachas pa cortar la encina y sacarla.
Al ver que se marchaban a buscar hachas, ella
dijo:
-Encinita, ábrete y sácame fuera, que me
vienen persiguiendo para matarme.
Se abrió la encina y salió. Cuando ya venían
los ladrones, se encontró una piedra:
-Piedrecita, ábrete y vuélvete a cerrar y
méteme dentro, que me vienen persiguiendo para matarme.
Se abrió y se metió dentro. En este momento
llegaron los ladrones a la encina y la cortaron.
-Pues aquí no está. Vamos a buscarla. Perrita
china, búscanola, que la mejor tajadita para ti será. La perra a dar vueltas a
la piedra.
-Pues aquí está. Vamos a levantar la piedra
para sacarla.
-No hay barras.
-Vamos a por ellas.
Cuando se marcharon los ladrones, ella dijo:
-Piedrecita, ábrete y vuélvete a cerrar, y
sácame fuera, que me vienen persiguiendo para matarme.
Se abrió la piedra y la sacó fuera. Llegaron
los ladrones y levantaron la piedra:
-Pues no está.
Pero ella a correr, correr, cuando se
encontró en el camino con un hombre que llevaba dos burros con arcas; y se le
había caído una.
-Buen hombre -le dijo-, si hiciera usted el
favor de meterme en un arca y guardarse la llave en la planta de un pie, por
que me vienen persiguiendo para matarme.
La metió en el arca. Llegaron los ladrones:
-Buen hombre, ¿qué lleva usted en esas arcas?
-Vacías, hombre.
-Hombre, pues queremos verlas.
-Pues nada más que las abra.
-¿Y ésta que está cerrada?
-Pues he estado comiendo ahí en el pueblo
inmediato y me he dejado las llaves encima dé la mesa. Si quieren, ir por
ellas.
Todos se marcharon a buscar las llaves. Y
ella mientras estuvo cerrada, mandó que la abriera y entonces le dijo que su
padre se llamaba don Jaime, que vivía en el pueblo inmediato, que nada más
preguntase por él.
Los dos burros, cuando les decía «arre», se
paraban, y cuando decían «so», corrían. Y les dijo:
-¡So, burro! ¡So, burro!
Y los burros más corrían. Llegaron al pueblo
y llamaron a don Jaime:
-¡Abre, que ya tengo aquí a su hija!
Y nada más abrir, metieron los burros, y dijo
la muchacha:
-¡Ay, por Dios, cerrar la puerta, que están
aquí los ladrones! Cerraron la puerta, y colorín, colorao, este cuento se ha
acabao.
Matabuena,
Segovia. Bonifacia
Sanz. 27
de marzo, 1936. 19
años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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