225. Cuento popular castellano
Era un rey, y vivía pegando con él un sastre.
Y le llamó y le dijo:
-Vamos a ver. Si no me haces lo que te mando,
te prenden. Entonces fue y le dijo:
-Mira, me tienes que hacer una capa; pero sólo
trazada, ni cortada ni por cortar, ni hilvanada ni cosida; y sin paño.
Entonces el sastre le dijo que lo pensaría. Y
se fue para su casa muy triste y se puso a llorar. Entonces su hija menor le
preguntó que por qué lloraba, y la dijo que porque le había mandao el rey hacer
una cosa imposible y que de no hacerla, le prendía. Entonces su hija le
preguntó que qué era. Y entonces la dijo que le había dicho que le hiciera una
capa sin paño y sólo trazada, ni cortada ni por cortar, ni hilvanada ni cosida.
Y su hija le dijo:
-Pues, mande usted llevar un carro de arena a
la puerta áel rey y cuando ya esté allí, la traza usted en la arena. Y entonces
le llama usted al rey que salga y la vea.
Cuando lo hizo, el rey le mandó subir y le
dijo que quién le había dicho a él eso. Le dijo que su hija menor. Entonces el
rey tenía deseos de conocerla. Y desde la galería del rey se veía la galería
del sastre. Y se puso todos los días a ver si la veía salir a regar las flores.
Y entonces un día salió la mayor, y como al rey le había dicho su padre que era
muy lista la menor, pensó que hablándola, le contestaría ella y la conocería.
Entonces fue y la dijo:
-Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas
hojitas tiene la mata?
Y ella se metió muy asustada y dijo:
-¡Oy, lo que me ha dicho el rey! Pero, ¿quién
le contesta? Y al siguiente día salió la segunda y como el rey estaba con
cuidao, nada más que la vio, la dijo:
-Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas
hojitas tiene la mata?
Y ella se metió muy asustada y dijo:
-¡Oy, el rey, lo que me ha dicho! Pero,
¡cualquiera le contesta!
Entonces, al siguiente día, dijo la pequeña:
-Ahora salgo yo. Veréis cómo yo le contesto.
Entonces salió la pequeña y nada más verla el
rey la dijo:
-Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas
hojitas tiene la mata?
Dice:
-Señor de capa y sombrero, ¿cuántas
estrellitas tiene el cielo, y arenitas la mar?
Y entonces el rey se metió sin saber qué
contestarla.
Y estaban cosiendo al balcón un día y se la
cayó a la pequeña un dedal, que era de plata. Entonces el rey le cogió y se
vistió de quinquillero y se fue allá donde estaban cosiendo las hijas del
sastre. Y la pequeña fue a cogerle un dedal, como le había perdido. De todos
los que probó, ninguno la venía nada más que uno que era exactamente igual al
suyo que había perdido y le dijo que cuánto valía ese dedal. Y él las dijo que
no los vendía por el dinero; que si le quería, tenía que darle un beso.
Entonces ella dijo que no le quería. Y las otras hermanas la dijeron:
-Anda, boba. Es un quinquillero que no le conocemos.
Porque le des un beso, ¡bah! Dásele y te coges el dedal.
Entonces ya ella se decidió y se le dio. Al
siguiente día salió a regar las flores y la dijo el rey:
-Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas
hojitas tiene la mata?
Y le dijo ella:
-Señor de capa y sombrero, ¿cuántas
estrellitas tiene el cielo y arenitas la mar?
Y dijo él:
-¿Y el beso que me distes por el dedal?
Entonces ella se metió sin saber qué
contestarle. Y dijo a las hermanas:
-Pues, ¡si era el rey al que besé!
Al poco tiempo cayó malo el rey, y fue ella y
se vistió de curandera. Y dijo que iba a curar al rey. Y llegó y llevaba un
nabo preparao y se lo metió en el culo. Y se puso bien el rey. Al ponerse
bueno el rey, salió otra vez a la galería y la dijo:
-Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas
hojitas tiene la mata?
Dice ella:
-Señor de capa y sombrero, ¿cuántas
estrellitas tiene el cielo y arenitas la mar?
Y dijo él:
-¿Y el beso que me distes por el dedal?
Y dice ella:
-¿Y el nabo...?
Y entonces él se mete sin saber qué
contestarla.
Al siguiente día llamó al sastre y le dijo
que tenían que ir sus hijas, que las iba a dar una merienda, pero que todas
tenían que ir en estao. Entonces le dijo la pequeña que irían. Hicieron unas
almohadillas de trapos y se lo pusieron y fueron en casa del rey. Y el rey,
nada más verlas llegar, las mandó que se sentaran y dijo que como venían de
antojo que debían pedir lo que quisieran. Y entonces la pequeña pidió leche
frita. Y la dijo el rey que eso no había. Y dejaron entonces ellas caer las
almohadillas y dijeron:
-¡Pues, tampoco mocitas con barriga!
Y ya pues, se casó el rey con la pequeña y
vivieron felices. Ya no vi más porque me había hecho mi padre unas albarcas de
manteca, y como hacía mucho calor, se me deshacían y me quedaba descalza y me
tuve que venir.
Sieteiglesias,
Valladolid. Filiberta Yuguero Casado. 9 de mayo, 1936. 25 años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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