168. Cuento
popular castellano
Eran unos mozos de Carpio. Eran
labradores. Todas las noches, después de venir de ronda, el criado y los dos
hijos de la casa se sentaban a la lumbre, y alcanzaba uno de los hijos una ristra
de chorizos de su madre y se la ponían a comer. Y siempre se les presentaba una
gata muy grande todas las noches. Y ya uno de ellos dijo:
-¿No os habéis fijado en este gato que
todas las noches está aquí maullando?
Y dice otro:
-Vamos a cogerla.
Pero no la podían coger. La gata iba y
desaparecía.
Y ya una noche metieron las tenazas en
la lumbre, y se malvaron las tenazas. Y la echaron un cacho chorizo a la gata,
y la arrimaron las tenazas. Y la gata huyó.
Y al otro día por la mañana salen los
mozos con las mulas -los dos hijos y el criado- a arar. Y salió una vecina con
una venda en las narices. Y la dijeron:
-Tía fulana, ¿qué la pasa a usted, que
tiene usted las narices vendadas?
Dice:
-¡Ah, granujas, siempre que no me la
paguéis!
-¡Hombre! ¡Pues, mira lo que dice la
tía fulana, que la tenemos que pagar, y no la hemos hecho nada!
Conque la tía se metió en su casa.
Conque llegaron a la tierra que habían
de arar. Después de arar y de comer, echaron la siesta. Despertaron, y había
una mula más. Y, ¡claro!, al ver una mula más, dijeron:
-¡Uy, una mula más!
Conque dice el criao:
-Pues, déjate, que la engancho yo.
La enganchó con la otra mula que él
llevaba. Claro, no podía tirar con la otra. Fue el muchacho y comenzó a darla
de palos, todo lo que podía. Y entonces fue la mula y dijo:
-No me mates, que soy la vecina tuya,
la que quemastes anoche, que venía pa vengarme.
Medina
del Campo, Valladolid. 5
de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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