121. Cuento popular castellano
Un rey tenía tres hijas. Y un día se
iba a marchar forastero y les preguntó que cuál le quería más, que a la que más
le quería, le traería el mejor regalo. Y dijo la una:
-Yo, más que mi corazón.
Y dijo la otra:
-Yo, más que mi alma.
Y dijo la otra:
-Yo, más que la sal en el agua.
Y creía que le quería ver deshecho en
el agua. Y dijo a dos criados que la sacarían al campo, la sacarían los ojos y
la cortarían el dedo pequeño. Y les daba compasión de sacarla los ojos, y sólo
la cortaron el dedo. Y no la sacaron los ojos. Y la dejaron en el monte y se
volvieron. Y andando, dijo uno:
-Nos hemos olvidado una cosa.
Dijo el otro:
-¿Cuál?
-De sacarla los ojos.
Dice:
-Si se presentaría ahora un perrillo...
Se presentó un perro que tenía los
ojos igual, y se los sacaron al perro. Y se los llevaron a su padre.
Y fue andando la pobre niña y se
encontró con una pobre. Y la dijo que la daría sus vestidos rotos y que ella la
daría los vestidos nuevos que traía. Y la pobre dijo que como era ella pobre,
cómo iba a llevar esos vestidos. Pero por fin la cambió tres por tres de ella.
Fue andando y fue a un pueblo. Y en la
primera casa que encontró, llamó y preguntó que si la querían para pavera.
Contestaron que sí. Bajó al corral a cuidar los pavos. Y estando con los
pavos, se puso un vestido muy bonito, de flores. Y el chico del rey la estaba
viendo desde el patio. Y decía ella:
-Pavín, pavera, si el hijo del rey me
viera, ¿qué me dijera?
Y soltó la cachava y mató a un pavo.
Se quitó el vestido y subió arriba:
-Señora, que me he vuelto la cabeza, y
se me ha caído un pavo al estanque.
Y dijo la señora:
-Lo que es, es que lo has matao tú.
Otro día, ten más cuidado.
Y ya otro día, se puso un vestido más
bonito que el día anterior. Y el hijo del rey la estaba viendo desde el patio.
Fue corriendo a su madre y dijo:
-¡Madre, madre, salga! Mire ¡qué traje
tan bonito tiene! Ya dijo otra vez la niña:
-Pavín, pavera, si el hijo del rey me
viera, ¿qué me dijera? Y soltó la cachava y mató otro pavo. Ya se fue corriendo
a quitarse el vestido. Y subió arriba:
-Señora ama, he vuelto la cabeza y se
me ha caído otro pavo
al estanque.
-No, señora, que la ha matado ustez.
Como haga eso otra vez, ¡se marcha!
Ya fue otro día y se puso un vestido
más bonito todavía. Se había echado sal por el pecho. Y la estaban viendo desde
el corredor. Y la mujer del rey la llamó y la dijo que se tenía que casar con
su hijo. Dice la niña:
-No, señora, que soy una pobre, llena
de piojos. Ya lo verá. Y echó mano al pecho y sacó un puñao de sal y lo echó a
la lumbre y saltaba.
Y ya se casó con su hijo. Y para la
boda convidaron a todos los reyes. Y dijo que ella tenía que hacer la comida. Y
sacó a todos la comida. Y todo estaba bueno; pero a su padre se la sacó sin
sal. Y a todos les sabía muy rico, y él no podía comer. Los tres platos que le
sacaron sin sal.
Ya al último salió la hija a servirle.
Y le puso la mano derecha al hombro y la izquierda en la mesa. Y se cayó
desmayao. Dijo:
-Ya sé que eras tú la que más me
querías. Sin sal no se puede comer nada.
Y se acabó.
Roa,
Burgos. Narrador
X, 13 de julio, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
No hay comentarios:
Publicar un comentario