22. Cuento popular castellano
Ésta era una zorra que invitó a una
cigüeña a comer. Y la puso la comida en un plato muy grande y muy escurrizo y
muy extendido, como los de Talavera de la Reina. Y en la comida no puso más que muchas
tajadas. Y cuando la cigüeña iba a comer, se le escurrían las tajadas hacia los
lados, y no podía coger ninguna. Y al ver que la cigüeña daba muchas vueltas y
no cogía ninguna, la zorra decía:
-¡Pero me vas a dejar caer el plato y
me le vas a romper! La cigüeña no pudo comer nada. Al otro día dijo la cigüeña
a la zorra:
-Hoy quiero que vengas a comer
conmigo, que tengo preparada la comida para los dos.
Y la cigüeña, como a ella le había
puesto la comida en un plato muy extendido y ella no pudo comer nada, para que
la zorra no pudiera tampoco comer nada, la puso la comida en una botella. La
cigüeña metía el pico en la botella; pero la zorra, ¡venga a arañar el cristal
con la boca y no podía comer nada! Y la dijo la cigüeña:
-Ya que no has comido nada, se casa un
hijo mío en el cielo y te llevaré a cuestas a la boda. Móntate bien, que yo
volaré todo lo aprisa que pueda para llegar en seguida.
Ya iban a cuatro o cinco quilómetros
de altura cuando dijo la cigüeña:
-Mira; ya se ven las puertas del
cielo. Ahora avisaré yo, y vendrán a abrir.
Y la cigüeña, mientras, dio una media
vuelta, y la zorra se cayó. Y cuando iba bajando, decía:
-Quítate, peñasco, que si no te
quitas, te aplasto!
Y ya cayó de pronto. Y se hizo cachos
la zorra. Y luego decía:
-Si de ésta salgo, y no me muero, no
quiero, más bodas al cielo.
Y colorín, colorao, este cuento se ha
acabao.
Matabuena,
Segovia. Narrador
XXIX, 29 de marzo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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