75. Cuento popular castellano
Ésta era una viuda que tenía un hijo,
y el hijo tenía tres leones. Y quería ella casarse con un gigante; pero el
hijo no quería que le diera padrasto y se oponía a ello. Entonces empezó la madre
a buscar la manera de engañar al hijo, que era un poco bobo. Y le empezó a
fingir tener muchos dolores a muelas. Se quejaba muchísimo y, como el hijo la
quería mucho, pues no hacía más que decirle que con qué se curaría. Y la madre
le dijo:
-Mira, hijo. Me han dicho que con el
agua de la Fuente
de Irás y No Volverás se me cura en seguida del todo.
Y marchó el hijo con los tres leones
que tenía a buscarlo, y por el camino se encontró con un señor que le preguntó
adónde iba. Y él le contestó que iba a la Fuente de Irás y No Volverás a por agua para su
madre, que tenía un dolor muy grande. Y le dijo el señor:
-Mira; a la entrada de esa fuente hay
unas puertas muy grandes, y la fuente tiene dos caños. Uno corre mucho y otro
muy poquito. Llenas tu cántaro en el que corre poco, que si lo pones en el que
corre mucho, se cerrarán las puertas, y te quedarás dentro.
Llegó el joven a las puertas, entró y
puso su cántaro en el caño que corría poco. Y cuando salió, las puertas se
cerraron y le cogieron la chaqueta. Tuvo que quitársela y dejarla allí
colgando.
Cuando regresaba a su casa, se volvió
a encontrar con el señor. Y éste había encargao a su familia que, cuando
pasara el muchacho, le quitaran el agua ésa que llevaba y le echaran otra
cualquiera. Al pasar el muchacho, le llevó el señor a su casa, y mientras el
señor le entretenía, la familia del señor le quitó el agua.
Llegó el muchacho a su casa, y su
madre en seguida se dio friegas con el agua y dijo:
-¡Vaya, hijo! ¡Ya se me curó! ¡Oy, qué
bien me ha estao esta agua!
Pero al poco tiempo, como seguía el
gigante dándole guerra, empezó ella otra vez a quejarse y decía:
-¡Otra vez tengo el dolor hijo! ¿Sabes
con qué me han dicho que me curo muy bien, y no me vuelve a dar? Con el sebo de
la serpiente. ¡Si con estos bichos, hijo, tú pudieras buscármelo! Anda, ve a
ver si lo encuentras, hijo.
Y fue y se marchó. Y en el camino se
encontró otra vez con el señor, que le preguntó adónde iba. Y dice el muchacho:
-Le ha dado otro dolor a mi madre, y
dicen que con el sebo de la serpiente se cura. Voy a ver si lo encuentro.
-Bueno, mira -le dice el señor. La
serpiente es un bicho que tal vez no la puedas matar; pero con estos bichos que
tú llevas la acometes y, al abrir ella la boca por tirarse a uno de ellos, la
metes la escopeta por la boca y le tiras.
Fue él y así lo hizo. Al encontrar la
serpiente la mató y, después de matarle, le sacó el sebo.
Al volverse para casa se encontró otra
vez con el señor, y éste volvió a llevarle a su casa. Y mientras el señor le
daba de comer, le quitaron el sebo y le dieron de otro. Conque fue en casa de
su madre y le dio el sebo. Se dio ella friegas con el sebo y dijo:
-¡Vaya, hijo! ¡Ya se me quitó todo!
Y siguió bien unos días; pero como
seguía el gigante dándole guerra, le dijo a su hijo:
-¡Oy, hijo, me han dicho que estos
bichos me llaman el humor! ¡Me dicen que encerrándolos donde yo no los vea ni
los oiga, me pondría bien del todo!
Entonces el muchacho, como quería
mucho a su madre, fue y encerró sus tres leones.
Entonces ya se juntaron el gigante y
su madre y le dieron una buena paliza al muchacho. Quedó atontecido, y le
echaron de casa. Se marchó el muchacho y un día se encontró con el señor de
antes y le contó lo que le había pasao. Entonces el señor le llevó a su casa, y
le curaron con lo que le habían quitao en los viajes anteriores, con el agua y
con el sebo. Y ya una vez que se puso bien, le mandó el señor a ver si podía
sacar sus bichos, porque el muchacho decía que quería vengarse del gigante y de
su madre.
Como los leones tenían mucha hambre
-no hacían más que aullar- y como a él le conocían, pues en cuanto él los
llamó, en seguida brincaron y saltaron por unas tapias. Los sacó y fue a casa y
con la ayuda de ellos mató al gigante y a su madre. Y ya vivió feliz en su
casa, y aquel señor le protegió mucho.
Sieteiglesias,
Valladolid. Narrador
XC, 7 de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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