335. Cuento popular castellano
Era una viuda que tenía dos chinos. Y un día
mandó a su hijo a la feria a vender los chinos. En el camino le vieron cuatro
frailes y dijon:
-Vamos a ver si le podemos engañar a aquel hombre.
Y dijo uno de ellos:
-Vosotros dos vais alante y nosotros vamos a
encontrarle. Y vamos a preguntarle que adónde va con esos borros mochomerinos.
Éste dirá que son chinos, y nosotros diremos que son borros mochomerinos. Y
apostaremos y diremos que lo vamos a resolver con los primeros que encontremos
en el camino.
Y se acercaron al de los cochinos:
-Buen hombre, ¿adónde va ustez con esos
borros mochomerinos?
-¡Oy, borros mochomerinos! ¡Son chinos!
-No, señor. Le apostamos a que son borros
mochomerinos. Los borros serán nuestros si los que encontremos ala.nte dicen
que son borros.
Y encontraron a los otros dos frailes y les
preguntan:
-Oigan ustedes. ¿Cómo se llaman estos bichos
en estas tierras?
-Pues, borros mochomerinos.
-Y ¡este señor ha apostao y dice que son
chinos!
Pues, se llevaron los chinos, y el hombre se
volvió llorando a casa. Y la dice a la madre:
-¡Ahora sí que la he hecho gorda! Que ha¡
apostado con cuatro hombres y me han llevao los chinos. Yo decía que eran
chinos y ellos que eran borros mochomerinos. Y me les han llevao. Pero no se
asuste ustez, que yo he de traer a casa más dinero que lo que ellos valían.
A los dos meses se vistió de señorita y pasó
por el convento. Al pasar por el convento salieron dos frailes.
-Mire ahí, ¡qué señorita más guapa! Podríamos
pasar buena noche con ella.
La llamaron:
-¡Oiga ustez, señorita! ¿Dónde va ustez tan
tarde? ¿No ve ustez que una señorita sola y tan tarde se va a perder en el camino?
Podía ustez quedarse en el convento. Ya sabe ustez que el convento es casa de
confianza.
Y ella dijo:
-Pues, sí. Voy tarde. Me he detenido un poco
y sí que voy bastante tarde.
Se quedó. Y dice el padre prior:
-Pues esta noche me quedo yo con ella. Y
aunque la oigáis vocear, no hagáis caso. Esta noche pa mí; otra noche, pues pa
vosotros.
La dieron bien de cenar, la prepararon bien
la cama y la mandaron a acostar. Después de una hora acostada, decían:
-Dormida ya estará.
Se fue el fraile con ella y se desnudaba poco
a poco para que no despertara. Después que conocía que los otros ya se habían
dormido es cuando laa fue a tentar. Pero cuando el padre prior la fue a
tropezar, la señorita le ató de pies y manos y le dice:
-Si no me entregas tanta cantidaz, ahora vas
a morir. Y no sirve que vocees ni auxilio pidas aquí, que si no me das el
dinero, pronto vas a morir.
Después que le dio el dinero, buena paliza le
dio. Aunque gritaba de los palos, nadie le auxilió, como les había dicho de
que no harían caso, aunque la señorita chillara. Después -que le dio los palos,
a su pueblo se marchó. Al padre prior atado le dejó.
A otro día por la mañana, los frailes se
asomaban a la puerta al oír al padre prior los lamentos que daba:
-¡Abrid, por Dios, la puerta, que me han
querido matar! ¡La señorita que era, era un hombre criminal! ¡Era el amo de los
chinos, y se ha querido vengar!
Llaman a muchos médicos y nadie le entiende
el mal. A los ocho días después, pa allí vuelve a pasar vestido de médico. Los
frailes que le ven, le han vuelto a llamar.
-Debe ser un doztor. Acaso le entienda el
mal.
Y según le llaman, a ver al enfermo va.
Empieza a tentar su cuerpo y dice:
-Aquí leña ha habido ya, ¿eh?
Y dicen los otros frailes:
-¿Sabes que sí que entiende el mal? Es de
cuando aquella señorita le dio.
Y dice el doztor:
-El caso es que no tengo aquí la medicina
para poderle curar. Tienen que ir al pueblo, y allí se la puedo dar.
-Pues ustez dirá, doztor, quién puede ir a
por ella.
Y escogió los del apueste para poderse
vengar. Luego llegaron al pueblo y les pone de cenar.
-Hay que cenar primero. La medicina ya se
hará. Y mañana
por la mañana se la pueden ustedes llevar.
Luego que la cena ponen, a la mesa pa cenar.
Les dice: -Aquí en esto, todo lo que se pone, hay que acabar. Y después, ya
dicen ellos:
-Señor, ya no podemos más.
-Aquí se come todo, y si no se come, irán
puestos al humo, como están esos señores que son frailes de los suyos.
Y los otros tenían miedo, porque el de los
chinos había puesto unos trapos en la chimenea. Ya se fueron a la cama y les
dijo:
-Cuidadito, que no se caguen en la cama.
Y como habían cenao tanto, ellos a mitá noche
todos se volvían tentar el calzoncillo a ver si se habían cagao, y se preguntaban
el uno al otro:
-¿Tú te has cagao?
-Yo no; ¿y tú?
-Yo tampoco.
Pero después, aquel hombre fue y les manchó.
Cuando des
pertaron, lo olían. Y se decía el uno al
otro:
-¡Ay, tú te has cagao! ¡Ya estamos perdidos!
Conque por la mañana va el amo y les dice:
-¿Qué tal hais pasao la noche?
-Bien, señor, bien.
-Y ¿qué tal? ¿Os hais ensuciao?
-Un poco.
-¡Ah! Un poco, ¿eh? ¡Ahora me la vais a pagar
bien pagada! Vosotros sois los de los chinos. ¿Son chinos o son borros mochomerinos?
Les metió una baraja de palos. Y se marcharon
al convento desnudos, sin "camisa ni calzoncillo. Y ésa fue la medicina
que dio pa el padre prior.
Fuenteodre,
Burgos. Apolonia
Martín. 28
de mayo, 1936. Jornalera,
54 años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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