Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de julio de 2012

Mío empecéme


13. Cuento popular castellano

La raposilla y el lobo iban por un camino muertos de hambre y fueron en casa de un labrador a ver si les daba alguna tierra de trigo para segar. Y se la dieron.
Según iban a segar, encontraron un rebaño de ovejas, y le dice el lobo a la raposilla:
-Vamos a coger unas ovejas y las enterramos para que en ter­minando de segar comerlas.
-Sí; es verdad -dijo la raposilla.
Las cogieron y las enterraron, dejando los rabos fuera para saber dónde estaban.
Después de enterrarlas se pusieron a segar. Y entonces la rapo­silla, como más lista, le dice al lobo:
-Mío compadre, allí me llaman. -¿Para qué? -le preguntó el lobo.
-Pues para ser madrina de un bautizo -contestó la raposilla. -Pues vete -le dijo el lobo-; pero ya me traerás los confites. Se fue la raposilla donde estaban enterradas las ovejas y se sacó una. Tiró del rabo y la sacó fuera, y se la comió. Y entonces enterró el rabo otra vez y se echó a dormir la siesta.
Cuando despertó, se fue adonde estaba el lobo y le dice:
-Ya vengo, mío compadre. -Y, ¿los confites? -preguntó el lobo.
-Era la madre muy pobre y no los tenía -contestó la rapo­silla.
-Y, ¿cómo se llamaba el niño? -preguntó el lobo.
-Mío Empecéme.
-¡Oy, qué nombre más raro!
El segundo día la raposilla hizo lo mismo. Le dice al lobo:
-Mío compadre, allí me llaman.
-¿Para qué?
-Para ser madrina de una boda.
-Siempre te llaman a ti y a mí nunca me llaman -dijo el lobo. Ya me guardarás las almendras, ¿eh?
Se fue la raposilla a donde estaban enterradas las ovejas y tiró del rabo y sacó otra oveja. Se la comió, enterró el rabo y se echó a dormir la siesta. Después que despertó, fue adonde estaba el lobo y le dice:
-Mío compadre, ya vengo.
-¿Cómo se llamaba la novia? -preguntó el lobo.
-Mío Segundéme -dijo la raposilla.
-¡Oy, qué nombres más raros! ¿Me traes las almendras?
-No, que era la novia muy pobre y no las tenía.
-A mí siempre me toca lo mismo -dijo el lobo. ¡Trabajar y no me traes nada!
El tercer día la raposilla hizo lo mismo.
-Mío compadre -le dijo al lobo, allí me llaman. 
-¿Para qué?
-Para ser madrina de otro bautizo.
-Siempre te llaman a ti. ¡Ya podría ir yo, y tú quedarte a segar!
-¡Anda, hombre! -dijo la raposilla-. ¿Qué más te da? Total, ya nos falta poco y terminamos pronto.
-Pues vete; pero me traes los confites -dijo el lobo.
Se fue la raposilla e hizo lo mismo. Sacó la tercera oveja y se la comió. Y después enterró el rabo, y se echó a dormir la siesta.
Cuando despertó, fue donde el lobo y le dice:
-Mío compadre, ya vengo.
-¿Me traes los confites?
-No, que no les había.
-¿Cómo se llamaba el niño?
-Mío Acabéme.
-¡Oy, qué nombres más raros!
Se pusieron a segar para terminar pronto. Y le decía el lobo a la raposilla:
-¡Qué ganas tengo de acabar para irnos a dar un banquete! Luego que terminaron, fueron donde las ovejas, y la zorra le dice al lobo:
-Mío compadre, tire usted de los rabos, que yo no puedo. Según tiraba el lobo del primero, cayó al suelo. Y del segundo le pasó igual y también del tercero. Y le dijo entonces a la ra­posilla:
-¡Ah, bribona, cómo me has engañao! ¡Con razón decías tú, «Mío Empecéme, Mío Segundéme y Mío Acabéme!». Y colorín colorao, este cuento se ha acabao.

Quintana Díez de la Vega, Palencia. Narrador XVII, 18 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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