34. Cuento popular castellano
Era una cabrita que tenía siete
cabritos.
Una mañana de invierno amaneció muy
fría, y no tenía leña para calentarse, y les dijo la cabrita a sus hijos:
-Mirar, hijitos. Me voy a ir al monte
a por leña. Cuando vuelva, yo os diré: «¡Abrir, hijitos míos, que traigo leche
en tetas, lumbre en las cornetas, y un hacecito de leña a cuestas!» ¡Tener cuidado!
¡No vaya a venir el lobo y os vaya a comer!
Se marchó la cabrita. Y había estado
el lobo escuchando, y al poco rato se presentó y les dijo a los cabritos:
-¡Abrir, hijitos míos, que traigo
leche en tetas, lumbre en las cornetas, y un hacecito de leña a cuestas!
Y los chivitos le dijeron:
-¡A ver, a ver! Asome usted la patita.
Asomó el lobo la pata y los chivitos gritaron:
-Ay, no, no, que nuestra madre tiene
la patita blanca, y tú la tienes negra! ¡Tú eres el lobo!
Entonces el lobo se marchó y vio pasar
a un molinero y se untó de harina la pata. Y volvió a la casa de los chivitos y
les dijo:
-¡Abrir, hijitos míos, que traigo
leche en tetas, lumbre en las cornetas, y un hacecito de leña a cuestas!
-¡A ver, a ver! -dijeron los
chivitos. Asome usted la patita.
Asomó el lobo la pata untada de
harina, y dijeron los chivitos:
-¡Ay, sí, sí, que es nuestra madre,
que tiene la patita blanca!
Abrieron los chivitos la puerta y,
cuando vieron que era el lobo, todos, asustaos, se escondieron, uno detrás de
una silla, otro en las cantareras, otro en la tinaja, otro debajo del
fregadero, y otro se escondió en el reloj. Pero el lobo les buscó a todos y se
les comió, menos al chiquitín que era el que estaba en el reloj.
Se marchó el lobo y, como tenía la
tripa llena, se tumbó en un barranco y se quedó dormido.
Ya vino la madre y, cuando vio la
puerta abierta, en seguida comprendió lo que había pasado. Empezó a llamar a
sus hijos, y salió el del reloj y le dijo que el lobo se había comido a todos
sus hermanitos menos a él, que no lo había encontrao. Se fueron a buscar al
lobo y le encontraron dormido. Le abrieron el vientre con unas tijeras, sacaron
a los chivines y le llenaron el vientre de piedras.
Cuando se despertó el lobo, tenía
mucha sed; se acercó a un pozo y vio que tenía agua. Y tanto quiso estirar el
pescuezo que cayó y se ahogó.
Y colorín colorao, este cuento se ha
acabao.
Pedraza,
Segovia.Narrador LVII, 24 de marzo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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