103. Cuento popular castellano
Un zapatero y un sacristán tenían
relaciones con una señora. Y a largo tiempo pensó la señora de degollar a su
marido. Tanto que cierto día lo hicieron. Y la señora, con arresto, se comprometió
a sacarle la asadura y guisarla. Así hizo, y se la cenaron el zapatero y el
sacristán con la mujer.
Mas al día siguiente el zapatero
observó que sentía el hecho ya la mujer. Mas él, con arresto, en igual de ir a
dormir con la querida, fue por burla y dijo que se atrevía a dormir en la
iglesia donde habían enterrado al marido. A eso de la una de la mañana se abrieron
las laudes, y se levantó un ánima y se echó a andar hacia el zapatero; el tal,
en igual de resistir, tiró a huir y subió a la tribuna. ¡El zapatero a correr,
y el muerto tras de él! Llegó a la tribuna y se subió al campanario. ¡El
zapatero a correr, y el muerto tras de él!
Desde el campanario cogió la soga que
tenía por fuera y bajó. Se marchó a su casa -¡el muerto tras de él! Entró en
casa y llegó a la habitación donde estaba su mujer. Su mujer le pregunta:
-¿Qué te ocurre, hombre?
Ni aun hablar podía. Con esto, a la
puerta de la casa, el ánima arañando. Llegó al dormitorio el ánima. Y estaba
atrancada la puerta.
Con esto se hizo de día, y el ánima le
dice:
-Agradece a Dios que ha llegado la
hora del Ave María, y me tengo que retirar forzosamente. Si no, tu asadura
hubiera ido en mis garras como castigo del ánima difunta.
Y nada más.
Matabuena,
Segovia. Narrador
XXVIII, 27 de marzo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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