54. Cuento popular castellano
Una vez el sapo, que se llamaba Pedro,
subía por la cuesta de un prao y se encontró con la zorra, que se llamaba
Miravalles, y le dijo:
-¡Buenos días, Pedro!
-¡Hola, Miravalles! -dice el sapo.
¿Adónde vas por ahí?
-A ver a quién le echo mano una
gallina -dice la zorra. Y, ¿tú?
-Pues, yo voy a subir ahí arriba para
ver cuánta tierra se divisa.
Y le dice entonces la zorra:
-¡Tú, allá arriba no llegas ni pa
agosto!
-¡Pué que antes que tú! -contesta el sapo. La zorra se echó a reír, y la dijo el sapo:
-¡Pué que antes que tú! -contesta el sapo. La zorra se echó a reír, y la dijo el sapo:
-No te rías, que podemos hacer una
apuesta.
-¿Qué quieres apostar? -dice la zorra.
Y dijo el sapo:
-Este pan que llevo yo debajo del
brazo.
Y ¡claro!, a la zorra no la importaba
el pan; pero por ganarle la apuesta, pues, ¡nada!, quedaron conformes. Y le
dice al sapo:
-Pero te quitarás esas albarcas tan
grandes que llevas, sin tarugos.
-¡Qué va! -dice el sapo. ¡Lo mío lo
llevo siempre conmigo! Conque se pusieron a un tiempo, y dijo el sapo:
-¡Bueno!...
Cuando yo diga, «¡A la una! ¡A las dos! ¡A las tres!», arrancamos a correr.
Y entonces va el sapo y dice:
-¡A la una! ¡A las dos! ¡A las tres!
Y al tiempo de arrancar la zorra, el
sapo se le agarró al rabo, y corre y corre y corre y corre..., hasta que
llegaron arriba. Y se vuelve la zorra para atrás y dice:
-Pero, ¿subes?
Y dice el sapo:
-¡Si yo estoy aquí!
Y como la zorra miraba para abajo, el
rabo quedaba a la parte de arriba y el sapo, por lo tanto, estaba por la parte
de arriba.
Pero aunque la zorra comprendió que la
había ganao el sapo, decidió quitarle el pan a la fuerza, y el sapo, como
comprendió que llevaba las de perder, la hizo comprender que ella había ganao,
y la dijo:
-Puedes llevártelo, que tuyo es; pero
ya que me ganastes, quiero que comas el pan con algo que a ti más te gusta,
peces.
Y la dijo que le llevara a caballo y
que la enseñaría dónde podría comer el pan con pescao abundante. Y llegaron a
una charca, y la dijo:
-Aquí en esta charca hay peces por
millares. Espérate un poco, que bajo al fondo para contarlos.
Y el sapo se tiró al agua. Se estuvo
un poco allí y al fin salió y la dijo a la amiga Miravalles:
-No te puedo decir el número de peces
que hay, porque son incontables.
Y entonces dice la zorra:
-Y, ¿qué adelanto yo con que haya
mucha pesca, si no la puedo coger? ¿A eso me has traído aquí? Y el sapo la
dice:
-Yo te diré cómo se pescan. Al
escurecer tú te arrimas al agua y metes el rabo dentro, y yo me meto dentro del
agua y estoy observando cómo se les clavan los pelos de tu cola a los peces en
los ojos, y cuando tengas la cola muy cargada de peces, yo te digo, ¡tira!, y
tú tiras y les sacas. Y así haces unas cuantas veces hasta que tengas pescao
abundante.
Con que la zorra así lo hizo. A eso de
las doce de la noche la dijo el sapo a la zorra:
-No te muevas, que voy a ver si han
caído.
Y el sapo hizo que se acercaba a la
orilla. Y desde allí la decía a la zorra:
-¡No te muevas, que ya hay quinientos!
Y estuvieron toda la noche en esa
forma hasta la mañana. Y entonces dijo el sapo:
-Voy a quitar el pan de la orilla del
agua para que, cuando tú tires, no se moje.
Y se le puso libre de su alcance. Y,
entonces, al ver que el hielo era muy gordo, la dice:
-¡Tira, que ya perdistes el pan!
Y agarró las albarcas y el pan y
marchó de allí, dejando a la zorra trabada por el hielo.
Y colorín colorao, este cuento se ha
acabao.
Frama,
Potes, Santander. Narrador
LVI, 25 de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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