Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 31 de agosto de 2012

Un regalo del cielo

Aquella mañana de sábado, Carlos se levantó temprano, su padre le había prometido ir a comprarle una cometa y estaba emocionado, llevaba tiempo soñando con ir al parque Juan Carlos I a volarla como hacían los mayores.
Eran las 7 y normalmente no había nadie levantado a esas horas, pero aquel día no era así, escuchó murmullos que venían de la cocina y se acercó a ver quien se le podía haber adelantado.
Papá y mamá estaban en la cocina, agachados alrededor de la mesa, y parecía que contemplaban algo.
-¿Qué pasa mamá...?  preguntó Carlos inocentemente.
-Nada cariño, vuelve a la cama -intentó disuadirle su madre.
-¿Qué estáis mirando....? -insistió el pequeño ya con tono de preocupación al observar que su perro estaba allí tapadito con una manta.
Se trata de Trosky hijo, hace un rato le hemos oído quejarse y nos hemos levantado para ver que le pasaba.
-¡Seguro que quiere ir a la calle a hacer pis o algo parecido! -dijo Carlos convencido de que su amigo intentaba adelantar la hora del paseo matutino.
-Papá lo ha intentado - dijo su madre pesarosa -pero no ha querido salir.
-¿Entonces qué le pasa mamá? -continuó Carlos con lágrimas en los ojos.
-No lo sabemos cariño, parece estar enfermo, papá le va a llevar al veterinario - respondió tranquilamente intentado no asustar a Carlos.
-¡Quiero ir con ellos! -insistió el niño.
- Es mejor que no vayas -intervino por fin su padre, que parecía estar muy afectado por la situación -yo iré en un momentito para que le den alguna medicina.
- No puedo dejarle solo, soy su mejor amigo y quiero estar con él.
-Deberías hacer caso a papá, nosotros nos iremos a comprar la cometa, y cuando volvamos ya estarán aquí los dos y el susto habrá pasado.
Carlos insistió, pero sus padres lograron convencerle de que papá debía ir solo al veterinario.
Trosky se encontraba muy mal, respiraba con dificultad y parecía haber perdido las fuerzas, ni siquiera era capaz de levantarse; papá lo envolvió en la manta, lo cogió en brazos y se lo llevó.
El pequeño le dio un beso y le despidió diciendo:
-¡Hasta luego viejo amigo!, tomate todo lo que te digan que mañana tenemos que ir al parque juntos y volar mi cometa.
Trosky era un cocker dorado precioso, con sus largas orejas y su cara de bonachón, llevaba en la familia 13 años y había sido la alegría de todos, además del mejor amigo y compañero desde que nació Carlos hacía 6 años.
-El niño se quedó llorando, a pesar de los ánimos que le intentaba infundir su madre el casi presentía que algo no iba a salir bien.
Papá se marchó a las 7:30 y se escuchó el ruido de las llaves en la puerta cuando aún no eran las 9; había tardado muy poco.
Carlos salió corriendo hacia la puerta, y cuando vio que su padre no traía a Trosky, se quedó parado en seco y preguntó:
-¿Se ha quedado en el hospital de los perros papá....?
-No cariño -contestó su padre no pudiendo reprimir las lágrimas -el corazón de Trosky dejó de latir al llegar al veterinario.
-¿Se ha muerto......? -preguntó de nuevo el niño con cara de sorpresa y dolor a la vez.
-Lo siento cariño, pero era su hora de marcharse, ya era muy viejo.
-¡Eso no es verdad! -protestó Carlos enfadado y con los ajos anegados en lágrimas -solo tenía 6 años como yo.
-No cariño -intentó consolarle su madre -Trosky llevaba ya muchos años con nosotros cuando tu naciste.
-¡Me da igual! -balbuceó el pequeño sin alcanzar a comprender.
Carlos dio media vuelta y se marchó corriendo y llorando a su habitación; cogió una foto de su amigo y se tumbó en la cama.
-¿Cómo has podido marcharte así Trosky, eres mi mejor amigo y te quiero mucho...? -decía el niño como si la foto fuera el fiel reflejo de su viejo compañero al que había tenido a su lado hasta la noche anterior.
Su madre pensó que era mejor dejarle un rato solo, y al cabo de media hora se acercó a verle con un vaso de leche con cacao en la mano y le dijo:
-¡Hola cariño!, ¿cómo estás?
-¡Me siento muy mal mamá! Es como si me doliera aquí, en el pecho, y no puedo dejar de llorar, no sé donde está Trosky y le echo de menos.
-Lo comprendo hijo, a mí también me duele como a ti, y te diré que eso es el corazón; querías tanto a tu perro que ahora que no está es como si te hubieran arrancado un pedacito, pero no debes preocuparte, lo que nos ocurre es normal, se llama cariño.
-¿Y a dónde se ha marchado mamá?, si no está con nosotros -preguntó Carlos desesperadamente intentando buscar una respuesta que le hiciera al menos sentirse mejor.
-En el cielo cariño -respondió su madre cariñosamente.
-¿Los perros también van al cielo? -preguntó de nuevo un tanto extrañado.
-¡Claro hijo! Igual que iba al parque y comía y dormía en tu cuarto; el está ahora allí corriendo y saltando.
-¡Eso espero! -terminó diciendo el niño tristemente.
Carlos pasó el fin de semana pensando en su amigo, no tenía ganas de jugar, ni de comer, aunque decidió que debía hacerlo para no ponerse enfermo, y por supuesto no tuvo ninguna gana de ir a comprar la cometa con la que tan ilusionado estaba.
Sus padres intentaban consolarle, pero no podían hacer nada, tan solo esperar a que con el tiempo Trosky se convirtiera en un recuerdo, incluso pensaron en comprar otro cachorro que hiciera al niño volver a sonreír al tener un nuevo amigo, pero decidieron que ningún otro perrito sería capaz de reemplazar a su amigo.
El siguiente sábado por la mañana, Carlos seguía triste, aunque poco a poco se iba acostumbrando a la ausencia de su perro, y salieron de comprar a un gran almacén.
Casualmente pasaron por el departamento de cometas y su padre le animó a que eligiera la que mas le gustaba.
Carlos no tenía muchas ganas, pero al final accedió y eligió una de color azul brillante que simulaba una mariposa de grandes alas con unos ojos que parecían hablar.
Esa misma tarde salieron a probarla al parque, sin Trosky claro, pero el niño parecía estar algo mas animado.
Tras seguir las instrucciones de montaje con sumo cuidado, la cometa estaba lista para echar a volar, y así lo hicieron, primero papá la probó y después fue Carlos quien tomó el mando.
-¡Vamos hijo! -decía animosamente su papá -suéltala y déjala volar.
-¡Mira como sube! -decía Carlos sonriendo por fin.
Sus padres se miraron con satisfacción, tan solo era una cometa, pero al menos veían sonreír a su hijo después de una semana.
La brisa llevaba la cometa de un lado para otro en lo alto del cielo azul; hacía una tarde espléndida que invitaba a disfrutar de la naturaleza, y así lo hicieron, Carlos se puso una gorra para protegerse del sol y sus padres se sentaron debajo de un olmo a tomar un refresco.
Viendo como volaba la cometa, Carlos se sentó en la hierba a contemplarla, miraba al cielo, del que le había hablado su madre el sábado anterior y empezó a recordar a su viejo amigo; seguramente le estaría viendo jugar desde lo más alto.
De repente, llevado por la cegadora luz del sol, creyó ver algo en el cielo, un pájaro o un avión que volaba muy alto, Carlos se bajó un poco la visera de la gorra para poder verlo mejor, y divisó algo que no le pareció ser real, alguien le saludaba desde lo lejos y le llamaba por su nombre.
-¡Hola Carlos!, ¿cómo estás?
-¡Hola! - saludo el niño tímidamente -¿quién eres?
-No te asustes, soy un ángel.
-¿Un ángel del cielo..... un ángel de verdad?
-¡Pues claro! -afirmó -¿sorprendido....?
-Creí que solo se podían ver cuando te mueres y vas al cielo.
-Normalmente es así -contestó el ángel -pero a veces, la fuerza del corazón nos hace llegar hasta las personas que están pasando un mal rato.
-¿Cómo sabes tu que yo estoy triste?
-Porque un amigo tuyo me lo ha dicho
-¿Un amigo mío...? -dijo Carlos muy asombrado.
-Sí, tu perro Trosky.
-¿Está el aquí contigo..... estoy yo en el cielo?
-Tú no estás en el cielo pequeño, tan solo estás sentado en la hierba de un parque y sin darte cuenta has dejado volar tu imaginación.
-¡Pero si tu vives en el cielo...!
-Los ángeles podemos llegar hasta la imaginación de las personas bondadosas y tú eres una de ellas; ahora deja de hacer preguntas y acom-páñame.
-¿Al cielo...?
No Carlos, no te preocupes, dentro de un rato te irás a tu casa con tus padres y tan solo recordarás que algo maravilloso ha pasado por tu cabeza. Ahora cierra fuerte los ojos.
Carlos estaba tan sorprendido que no se atrevió a preguntar más e hizo lo que el ángel le decía, cerró los ojos con fuerza y sintió que la brisa se convertía en un viento débil que rozaba su cara y su cuerpo suavemente.
-¡Ya puedes abrir los ojos! -escuchó decir al ángel.
Carlos no lo podía creer, no sabía como, y tampoco estaba interesado en descubrirlo, pero cuando miró, se encontró en un maravilloso jardín lleno de árboles y praderas de hierba inmensas con fuentes y pequeños lagos, bancos de madera de tonos pasteles y caminos de guijarros de colores marrones claros, era como los cuadros que había visto en el museo cuando fue de excursión con el colegio, había pajarillos revoloteando por todas partes, mariposas de mil colores, ardilla trepando en los árboles, topos que asomaban en la hierba, pequeñas cascadas que relucían con el reflejo del arco iris, y paseando por todo el jardín, vio varios gatos, perros, conejos, hámster, ponys, patos y por supuesto ángeles.
-¡Esto es maravilloso! -exclamó Carlos.
-¡Hola! -saludó una voz a su espalda.
El niño se dio la vuelta y encontró a quien buscaba.
-¡Trosky, Trosky! -decía entre lágrimas - ¡te echaba mucho de menos!
-Yo también a ti Carlos, y le pedí a mi amigo Federico que me diera la oportunidad de despedirme de ti.
-¿Puedes hablar.... es increíble?
-Aquí las cosas son muy diferentes, todo es alegría, bondad y no existen las penas, cuando llegas estás un poco triste, recuerda que yo también me quedé solo, pero todos estos amigos me han hecho que me sienta muy feliz.
-¡Entonces no puedes volver conmigo! -afirmó el niño adivinando que tan solo estaba de visita.
-¡No!, tan solo quería verte para decirte que fui muy feliz a tu lado y que te doy las gracias por cuidarme y quererme cada día, pero cada uno tiene su tiempo de nacer, crecer, y después llegar hasta aquí.
-¿Yo también vendré aquí algún día?
-Probablemente, pero para eso falta mucho tiempo, algún día nos encontra-remos y no volveremos a separarnos jamás, pero ahora quiero que entiendas que tu sitio está en el mundo real, con tus padres, tus amigos, tu familia y que tienes muchas cosas por hacer y mucha gente a la que hacer feliz.
-Ya lo sé Trosky, pero me dio tanta pena que te marcharas que....
-Lo sé, pero piensa que ahí abajo, tienes una larga vida por delante y que no debes estar triste porque con ello solo consigues preocupar a los demás; piensa que yo aquí soy muy feliz y que aunque te recordaré siempre, quiero que tú también seas feliz. Guárdame con cariño en tu recuerdo y en tu corazón, con todo el cariño que me diste cuando estábamos juntos, ese es el mejor regalo que me puedes dar, y prométeme que serás capaz de ofrecer ese mismo cariño a quien te lo pida o lo pueda necesitar.
Te lo prometo Trosky - contestó el niño
-¡Ahora juguemos con tu cometa! - insistió el perro.
Federico el ángel, Trosky y Carlos, corrieron por las praderas sujetando fuerte el hilo y haciendo volar la cometa elegantemente, los tres reían y se divertían.
Pasaron un rato jugando, hasta que al saltar un pequeño arroyo, a Carlos se le soltó el hilo de la cometa y corrió solo a rescatarla.
-¡Esperad ahí! -ordenó el niño -ahora mismo la traigo de nuevo.
Pero cuando se volvió a sonreír a sus amigos, tan solo pudo ver a Trosky que le decía adiós con una de sus patas, alejándose poco a poco, y desapareciendo el maravilloso jardín que había acogido su encuentro.
Carlos comprendió entonces que el sueño, la imaginación o lo que hubiera sido aquello, había terminado, no volvería a ver a su amigo, pero estaba contento por todas las cosas que le había dicho.
Volvía a estar en el parque, sus padres continuaban debajo del árbol, se le había caído la gorra y la cometa también se le había escapado, como cuando estaba con sus amigos.
Corrió a rescatarla, tuvo que bajar una pequeña pendiente que iba a parar a un arroyuelo muy pequeño detrás de unos setos, la cometa había finalizado su caída allí; estaba mojada y sucia y Carlos se enfadó, el primer día y ya parecía un jersey recién salido de la lavadora. ¡Menudo plan!, no le había durado ni dos horas.
Bueno, ya le comprarían otra, ahora quería volver junto a sus padres y decirles que ya no estaba tan triste y que le gustaría que para su cumpleaños le regalaran otro perrito; pero cuando se iba a marchar escuchó un pequeño ruidito tras el.
-¿Hay alguien ahí? - preguntó expectante, se había alejado mucho y sintió un poco de miedo.
-Ummmmm! Ummmmm! -se escuchó un leve gemido.
Carlos estaba dispuesto a echar a correr, pero antes de que se pusiera en marcha, un pequeño cachorrito de color marrón y rabito enroscado, apareció de detrás de un gran seto.
-¡Chiquitín!...ven -dijo Carlos al pequeño animalito que se le acercaba temeroso -no te haré daño.
El perrito se acercó despacio, estaba algo sucio y parecía tener hambre y frío, Carlos lo abrazó y le dio calor y besos por todas partes.
-¿Te has perdido?, ¿está tu dueño por aquí?... -preguntaba el niño con lágrimas en los ojos.
Al ver que Carlos no estaba volando su cometa, sus padres se acercaron a buscarle y le encontraron abrazado al pequeño cachorrito.
También un guarda del parque se acercó al pensar que el niño se había caído y estaba herido y necesitaba ayuda.
-¿Cariño estás bien? -preguntó su madre.
-Sí mami -contestó Carlos emocionado -y mira lo que me he encontrado.
-¡Oh Dios mío! pero si es un cachorrito -gritó emocionada su madre- ¿de quién es...? -quiso saber.
No creo que sea de nadie, -interrumpió el guarda, hace un par de días que vaga por aquí, seguramente algún desaprensivo lo habrá abandonado, había pensado llamar al ayuntamiento para que vinieran a recogerlo.
-No hará falta -dijo el padre de Carlos- ya tiene un lugar a donde ir, nos lo llevamos a casa con nosotros.
-¿De verdad papá... de verdad mamá...? -lloraba, reía y saltaba Carlos al oírlo.
-Claro que de verdad hijo, tan solo tienes que pensar en un nombre para ponerle, porque tendrás que enseñarle muchas cosas.
-¡Trosky papá, se llamará Trosky! -afirmó Carlos con pleno convencimiento.
-Muy bien, dijo su madre, y ahora vamos a casa, que a este pequeñajo le hace falta un buen baño, una buena comida y mucho cariño.
-Gracias papá, gracias mamá - decía Carlos que aún lloraba de emoción -no os parece como si esto fuera un regalo del cielo.

999. Anonimo

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