Un joven granjero llamado Juan, que
se había sentado a la sombra de un árbol a descansar, oyó que un pájaro le
decía a otro:
-Desengáñate, las mujeres no saben
guardar un secreto.
Aquello hizo pensar a Juan, y se
propuso averiguar si su joven esposa sabría guardar un secreto. Así que al día
siguiente le dijo:
-Me ha ocurrido algo muy raro; he
puesto un huevo, pero no se lo cuentes a nadie, porque me tomarían por una
gallina.
El marido se fue a trabajar y la
mujer se lo contó en secreto a su mejor amiga, y ésta a su vez, a su vecina.
Todas creían que la confidente sabría guardar el secreto. Pero no era así. Y lo
peor de todo fue que lo contaban corregido y aumentado, de modo que primero fue
un huevo lo que ponía Juan, luego una docena, después cien, y así hasta dos
mil.
Estaba Juan trabajando la tierra y
una gitana que iba de camino, le dijo:
-Acabo de enterarme de un caso bien
raro que ocurre en tu pueblo: hay un granjero que pone huevos por miles.
-¡Vaya, tenían razón los pájaros!
-exclamó Juan, disgustado.
999. Anonimo
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