Era un hombre que tenía mucho genio, aunque por lo demás era bastante
bueno. Se quería casar con una joven muy lista, que al conocer el genio de su
futuro marido, le dijo:
‑Te pongo un a condición para casarme contigo.
‑Bien ‑contestó él‑, aunque ya sabes que cuando me enfado no sé lo que
hago. Pero te concedo esa petición. ¿Cuál es?
‑Que si me echas de casa, yo pueda llevarme algo de recuerdo de ella -pidió
la joven.
Se casaron, y después de algún tiempo, el marido tuvo su primer enfado
verdaderamente importante, aunque por una cosa tonta. En medio del enfado, echó
de casa a su mujer sin razón, y ella le recordó su promesa.
‑¡Está bien, vete y llévate si deseas un recuerdo! ‑dijo él en el colmo del
enfado.
Entonces la mujer llegó con una maleta. Traía también el gabán de¡ marido,
y se lo puso a él, que se quedó muy extrañado.
‑¿Qué es lo que haces, mujer?
‑preguntó.
‑Te llevo a ti de recuerdo, pues eres mi marido y nada mejor puedo llevarme
de mi propia casa para acordarme de ella.
El marido comprendió que tenía razón, que no debía echarla y malograr su
matrimonio por un enfado, y se curó de su genio, le pidió perdón y no se volvió
a enfadar nunca.
999. Anonimo
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