Había pasado una nube. ¡Ay!, dejó
escapar tres gotas de lluvia. .
Una humilde plantita, sintiéndose
refrescada, se puso muy contenta, pero la diminuta mariquilla empezó a gemir:
-¡Qué tristeza tan grande la mía!
Mi bonito traje de seda y puntillas se va a estropear.
Se entretuvo un momento en pensar y
luego, muy decidida, cortó una rama de perejil, que enarboló como paraguas.
Y se quedó tan satisfecha: Suerte
que la nube, discreta, se marchó a otra parte. Porque, ¡si llega a disolverse
en un buen chaparrón...!
999. Anonimo
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