Una tarde de primavera,
se hallaba un pastor contemplando sus ovejas cuando, al levantar la vista,
divisó a un pajarillo posándose sobre el cuerno de una cabra.
-¡Vaya capricho! -se
dijo el pastorcillo. No durará mucho ahí.
Pero, pasaba el tiempo y
el avecilla continuaba quieta, sobre el cuerno del animal. Tan sólo abría el
piquito, como si le doliera algo.
Intrigado, el
pastorcillo tomó en sus manos al pajarito, que se dejó atrapar.
-¡Está herido! -exclamó
el muchacho.
Durante toda la tarde le
tuvo entre sus manos para darle calor. Ni siquiera probó el pan para no
molestar a su protegido. Al llegar la noche, nada más entrar en su casa, lo
puso en una vieja jaula sobre un nido de algodón.
Unos días después, el
pajarillo estaba curado. Entonces, como el pastor no se consideraba su dueño,
abrió la jaula para que pudiera regresar con los suyos.
Nadie al ver a este
pastorcillo podría pensar que, bajo su vieja camisa remendada latía un corazón
generoso. Y esto nos enseña a no juzgar por las apariencias ya que, muchas
veces son los pobres y los humildes los que tienen mejor corazón.
999. Anonimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario