Había una vez un ángel que
vivía en un castillo todo de nubes, en compañía de otros angelitos.
Y mientras Dios no los
llamara para ningún mandado, los angeles jugaban a la escondida por el cielo o
remendaban nubes rotas.
Una tardecita de verano el
ángel estaba pintando una nube con acuarela, cuando de pronto oyó la gran voz
de Dios:
-Angel...hijito mío... ¿me
oyes?
El corazón del ángel se
alboroto de alegría. No era para menos.
-¡Dios! grito el ángel...
¡Dios me llama!
Y dicho esto se largo por un
tobogán celeste hasta llegar a su castillo.
Entonces se estiro la ropa,
peino sus alas y se lavo la
cara. Después voló feliz hasta la gran Casa del Padre.
Dios miro al ángel con mucho
cariño, y el angelito se lleno de luz.
-Ven para acá, te estoy
necesitando para un mandado
-¡Siempre listo, mi Señor...! dijo el ángel
Dios señalo a la Tierra...
-¿Ves aquella ciudad?
Cuando Dios señalo el lugar,
las nubes se corrieron obedientes. Entonces pudieron ver claramente aquella
ciudad. Era bastante gris. Estaba llena de casas, una encima de la otra. La gente andaba
apurada, y mientras miraban el reloj pulsera de reojo, entraban y salían de un
lugar a otro. Las calles estaban llenas de autos y colectivos.
-Ya veo, mi Señor...
-comento el ángel. ¿Hay que plantar algún rosal?
Dios hizo que no con la
cabeza.
-Hay que ir a visitar un
matrimonio que tiene...
-¡Ya se...! Tienen un
hijo, y yo voy a ser su ángel guardián... ¿verdad?
Pero Dios agrego:
-Es un matrimonio sin hijos.
Cuidan un perro pekinés.
¡Gorosito abrió los ojos así
de grandes! Su corazón se asusto. Acaso lo mandarían a cuidar un perro pekinés?
Entonces Dios vio la trompa
del ángel, y sonrío. En seguida le dijo en secreto:
-Bsss... bsss... bsss...
Y a medida que Dios explicaba
su plan misterioso, la cara del ángel se iba iluminando como una naranja. Es que el plan de Dios siempre
es un misterio. Muy pocos pueden descubrirlo.
Se entusiasmo tanto, que ahí
nomás le dio a su Dios un ruidoso beso. Después partió.
Al llegar al lugar señalado
por Dios, espío por la ventana.
Entonces vio: Un perrito
descansaba muy triste sobre un almohadón de seda. A su lado tenia dos chiches,
un terrón de azúcar y un plato con leche. Un señor rogaba al animalito:
-Vamos, hijito... toma un
poco de leche... mira que esta tibia... ya viene mamita con el churrasco...
no te hagas rogar...
Pero el perro miraba para
otro lado, haciéndose el orgulloso.
Por una hendija de la ventana
salio olor a churrasco. Entonces Gorosito tomo la punta del humo con olor a
churrasco, y fue llevándola…llevándola…Allá abajo, en la vereda, había un
chico.
No tenia mama ni papa. Estaba
solito en el mundo. Andaba por esas calles a la buena de Dios. Un día pedía
limosna... otro día lustraba zapatos... y casi siempre tenia hambre.
Pero justo en ese momento
¡oh, misterio del amor! el chico sintió un aroma muy rico. Era un olorcito a
churrasco que le hizo recordar que tenía mucha hambre. Fue... como si alguien
invisible lo estuviera tomando de la nariz, y lo levantara por el aire. Y lo
pusiera en camino... y lo hiciera tocar un timbre...
-¿Quien SOS? dijo el señor.
-Hola. Buen día... dijo el
chico sonriendo. Tengo un poco de hambre... Entonces el señor miro hacia
adentro, y vio al perrito. Y miro hacia afuera y vio al chico que sonreía. Y se
le apretó un poquito el corazón.
-Veni, hijo. Pasa... dijo
el señor. Cuando el chico entro, el perrito se levanto y se puso a hacerle
fiestas. Claro.
Lo que pasaba es que el perro pekinés estaba
harto de que lo confundieran con un ser humano.
El quería su lugar de perro
en el mundo. Al oír los ladridos juguetones, se asomo la señora desde la cocina
y vio: Un perrito, un niño y un papa.
Desde aquel día un chico tuvo
un hogar, una mama y un papa, y un perrito para jugar... y hasta un ángel
guardián.
Y en el rostro de Dios Padre
floreció una sonrisa.
999. Anonimo
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