Por la mañana de aquel
radiante día, todo era jolgorio y regocijo ante el palacio del burgomaestre.
Allí, colocada en un
carro adornado con flores, estaba la campana regalo del rey. El burgomaestre
hizo sonar su clarín y anunció:
-¡Que se acerquen todas
las parejas que deseen casarse! ¡Su boda será anunciada por el repique de esta
campana!
Franz y Svanilda
avanzaron entre las otras parejas, sintiéndose dichosos y alargaron sus manos
para recoger el saquillo de granos de oro regalo de Su Majestad. Pero, en
aquel instante, apareció Coppelius, gritando:
-¡Aguardad un instante!
¡El oro de esa pareja es mío!
Svanilda apretó el
saquillo contra su corazón. Temía perderlo, porque con aquel oro tendría su
propio hogar. Por suerte, el burgomaestre salió en su defensa.
-¡Vete, Coppelius! No le
quitarás su oro a Svanilda. Si en realidad estás arruinado, toma este puñado
de oro para ti, pero no toques el que no es tuyo.
Y Coppelius se fue
dichoso con el oro junto a sus muñecos y fantoches y Franz y Svanilda, que
formaban la más hermosa de las parejas, mirándose a los ojos, empezaron a
bailar.
Los niños hicieron corro
a su alrededor sin dejar de aplaudir.
999. Anonimo
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