Al cabo de unos meses, en vista de
que los hermanos mayores seguían ausentes, el menor, Mahasul, dijo a su padre:
-Dame por favor tu bendición, padre
mío, porque deseo ir en busca de mis hermanos.
El padre, con lágrimas en los ojos,
bendijo al menor y le entregó un barquito de seda para que se hiciera a la mar.
Navegando, navegando, Mahasul llegó
a la posada donde se habían hospedado sus hermanos. Al ver los dos barcos pensó
que los mayores estarían por la ciudad y salió a ver si los encontraba.
Al pasar frente al palacio del rey
y leer el letrerito, sospechó que sus hermanos habían arriesgado la vida por
rescatar a la princesa.
Estaba dudando que camino seguir y
fue a sentarse sobre una piedra, y una viejecita que pasaba por allí le pidió
limosna.
-Te daría cuanto poseo -le dijo el
joven, si me dices cómo debo buscar a la princesa. Tengo tres barcos: uno de
oro, otro de plata y el tercero de seda.
-Acepto el trato -dijo ella. Manda
construir un gran loro de oro que sea hueco y con los ojos vacíos. La peana
hazla de plata. Métete dentro y hazte llevar ante la puerta de palacio.
999. Anonimo
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