-He venido aquí para
comerte.
-Te lo ruego, oso, no me
comas -suplicó el campesino. Te recompensaré con creces si me dejas vivo.
Sembraré un campo de acelgas y, cuando hayan crecido, te daré todo lo que
crezca por encima y yo me quedaré sólo con las raíces.
El oso aceptó.
Crecieron las acelgas y
maduraron, y el campesino las recogió. Se quedó con las raíces y le dio las
hojas al oso. Vendió las raíces en el mercado y obtuvo una buena ganancia.
El oso se dio cuenta de
que el campesino lo había engañado, fue a su encuentro y le dijo:
-Esta vez, no hay
excusas, prepárate porque voy a comerte.
-No, no me comas, oso, te
lo ruego -suplicó una vez más el campesino. Esta vez sembraré trigo. Cuando
madure, te daré a ti las raíces y yo me quedaré con las espigas.
El oso aceptó.
El trigo creció y maduró,
y el campesino se dispuso a segarlo. Vendió el trigo en el mercado, ganó una
buena cantidad de dinero y, con los rastrojos, hizo un tejado nuevo para su
casa. Después de arar el campo, llamó al oso para que se llevase las raíces.
El oso se dio cuenta de
que el campesino lo había engañado por segunda vez, se enfureció y gritó:
-¡Basta! ¡Esta vez te
comeré sin más excusas!
-¡Pues bien! -respondió
el campesino. Pero espera un momento: déjame que termine de arar el campo.
El oso accedió y se fue
al bosque a echarse un sueñecito. Una zorra, que pasaba por allí en ese
momento, vio al campesino muy triste y le preguntó:
-¿Por qué estás tan
preocupado?
-El oso está esperando en
el bosque que yo termine de arar. Después me comerá.
-¿Qué me darás si te
libro del oso? -preguntó la zorra.
-Te daré un par de
pollos.
-Muy bien, yo me encargaré
de todo -dijo la zorra y se fue.
En cuanto terminó de
arar, el campesino vio que el oso iba a su encuentro, muy decidido a comérselo.
En ese momento, en la linde del bosque apareció la zorra y le gritó al
campesino:
-Estoy cazando lobos y
osos. ¿No has visto ninguno por casualidad?
El oso tuvo mucho miedo y
se escondió detrás del carro del campesino, mientras imploraba:
-Dile que no has visto a
nadie, por favor.
El campesino respondió
que no había visto ni osos ni lobos. Pero la zorra insistió:
-Entonces ¿qué hay,
tumbado en el suelo, detrás de tu carro? El campesino explicó que no era más
que el tronco de un árbol. Pero la zorra dijo:
-Si fuese un tronco,
estaría atado a tu carro. Voy a ver.
El oso le suplicó al
campesino que lo atase a su carro y el campesino hizo lo que le pedía. Pero
justo en ese momento llegó la zorra, que, mirando al oso de reojo, dijo:
-Si es un tronco,
arrojémoslo al río, así flotará.
La zorra y el campesino
cargaron al oso y lo arrojaron al río.
La corriente se llevó al
oso y nadie volvió a saber ya nada de él.
-Bien -le dijo la zorra
al campesino-, ahora dame los dos pollos.
-Claro -respondió el
campesino-, ven a mi casa.
Llegaron juntos a la casa
del campesino. Pero, en cuanto éste abrió la cancela, salió del patio un perro enorme.
La zorra puso pies en polvorosa y el campesino se frotó las manos, contento por
haberse ahorrado dos pollos. Pero, como quería recompensar a la zorra, de
todos modos, le envió para Navidad una cesta llena de huevos.
062. anonimo (rusia)
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