Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 2 de agosto de 2012

La luciérnaga

Tupá creó a los hombres y les dio lo necesario para vivir, por eso lo primero que les concedió fue el fuego.
Un día, Añá, el malo, bajó a la tierra y se llevó un gran disgusto. Era de noche y pensó que todos estarían muertos de frío, sin embargo ocurría todo lo contrario. A lo largo de los campos y a orillas de los ríos alcanzó a divisar pequeñas fogatas alrededor de las cuales se refugiaban los humanos, conversando y compartiendo alimentos en estrecha compañía.
Enfurecido por lo que estaba viendo, aspiró hondo, hinchó sus mejillas con aire y voló sobre los campos soplando con furia para apagar todas las fogatas que iba encontrando.
Los hombres no alcanzaban a entender lo que ocurría, viendo cómo el fuego se desparramaba por el viento nocturno. Miles de chispas se esparcieron y Añá corría como loco tratando de sofocarlas.
Cuando Tupá se enteró y vio lo que estaba pasando en la tierra, pensó qué hacer para que Añá terminara con sus maldades.
Rápidamente lo decidió, transformando a estas chispas diminutas en insectos que diseminó por los campos, y que al volar se encienden y se apagan.
Añá continuó persiguiéndolos y así se fue alejando de los fogones, donde aún quedaban brasas encendidas. Cansado de soplar y soplar vio que los hombres se sentaban nuevamente alrededor del fuego, cantando y trabajando. Al ver esto se metió en una cueva oscura para pensar cómo vengarse.
Desde el enojo de Añá, las luciérnagas son bichitos de luz que alumbran los campos de noche, alegrando los caminos solitarios.

Argentina, Uruguay.

Fuente: María Luísa Miretti

081. anonimo (sudamerica)

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