Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 2 de agosto de 2012

Tío conejo y tía boa .077

Por aquellos días, tío Conejo estaba muy pero muy preocupado, porque ya era la tercera vez que había estado a punto de ser sor­prendido por la tía Boa.
Sucedió que él iba saltando distraído, cuando tropezó con un tronco y allí mismo estaba hecha una rosca de espiral la tía Boa. Co­mo la creyó dormida porque ni se movía, él se detuvo, la miró y muy tranquilo se puso a comer. Pero tía Boa, que no es ninguna tonta, lo sintió y saltó como un resorte. Por suerte no lo alcanzó porque tío Co­nejo reaccionó rápido y, como tiene buenas piernas, salió corriendo desesperado.
Tío Conejo desde entonces andaba preocupado, pensando có­mo hacer para matarla y no tener más sustos. Tía Boa era tan pero tan larga y tan pero tan gruesa, que de sólo recordarla empezaba a tem­blar.
Al fin le vino una idea. Tomó un saco de tela gruesa y se fue de­rechito hacia la casa de tía Boa, que vivía en el hueco de un tronco carcomido que daba a un ojo de agua.
Cuando se estaba acercando al árbol hizo parecer que iba ha­blando con alguien. Primero se puso a decir en voz alta y luego en voz más baja diferente a la suya:

‑¿A que alcanza?
‑¿A que no alcanza?
‑¿A que alcanza?
‑¿A que no alcanza?
‑¿A que sí?
‑¿A que no?
‑¡Apostemos a que sí!
‑¡Apostemos a que no!
‑Pero hombre, ¡que sí alcanza!
‑Pero hombre, no seas maceta, que tía Boa es más larga que un camino y más gruesa que ese tronco. ¡Te apuesto mi cabe­za a que no alcanza!
‑¡Pues yo te digo que sí alcanza!

Cuando pronunció esta última frase, tío Conejo ya estaba cerquita de la casa de tía Boa que estaba durmiendo pero, al escuchar esas voces, se había despertado. Por suerte estaba de buen humor, porque tenía en su panza una nutria que había bajado al ojo de agua, así que estaba tranquila y contenta haciendo la digestión. Asomó la cabeza por el hueco y, como vio a tío Conejo, le preguntó:

‑¿A qué se deben esos gritos y esa algarabía?, ¿no ves que me has despertado?

‑Pues, señora, mire al porfiado de mi hermano ‑y señalaba con el dedo detrás del árbol‑, dice que apuesta a que usted no alcanza en este saco ‑le mostró el saco que traía‑ y yo le digo que apostemos a que sí alcanza.
‑A ver, a ver..., abre la boca del saco ‑contestó tía Boa, trataré de acomodarme así ese porfiado se convencerá y podrás ganar la apuesta.

Mientras tanto, tío Conejo pensaba para adentro:

‑¡Ay... María Santísima! ¡Ay... Jesús, José y María! Que tía Boa no se dé cuenta, que no le den ganas de comerme.

Le temblaba todo el cuerpo brbrbrbrbr y los dientes le rechinaban ticticchacticchac y los bigotes se le doblaban szszszsz, hasta que logró serenarse. Abrió el saco y tía Boa entró despacito despacito hasta que se acomodó perfectamente. Cuando estuvo adentro toda metida, tío Conejo sacó la cuerda que traía en el bolsillo, ató el saco biennn fuerte, le hizo un nudo ciego y de un empujón lo tiró al río.

Fuente: María Luísa Miretti

077. anonimo (costa rica)

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