Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 2 de agosto de 2012

El mercader y el ruiseñor


Un mercader tenía en su casa un ruiseñor encerrado en una jau­la. El pájaro cantaba tan bien que quien lo oía una vez no lo ol­vidaba jamás. Una vez, el mercader tuvo que emprender un lar­go viaje y el ruiseñor le dijo:
-Sé que debes viajar justamente al país donde vive mi her­mano. Salúdalo de mi parte y pregúntale si tiene algo que de­cirme.
El mercader se lo prometió y se fue.
Después de un largo viaje, llegó a la tierra en la que vivía el hermano de su ruiseñor. Entró en un espléndido jardín, en me­dio del cual crecía un manzano. Entre las ramas de este árbol ha­bía muchos ruiseñores que cantaban a cual mejor; pero el que mejor cantaba, en realidad, era el que estaba en la rama más alta.
-Éste debe de ser el hermano de mi ruiseñor -pensó el mer­cader, y cumplió con el encargo que le habían hecho.
El ruiseñor no respondió y, cuando el mercader le preguntó si quería mandarle a decir algo a su hermano, cerró los ojos y cayó como muerto a tierra. El mercader se asustó y recogió al ruiseñor, pero el pobrecito ya no se movía. Entonces lo dejó de nuevo en tierra y el ruiseñor desplegó de improviso sus alas y se fue volando.
El mercader volvió a su casa y su ruiseñor le preguntó:
¿Has encontrado a mi hermano? ¿Te ha dado algún mensaje ­para mí?
-He visto a tu hermano y le di tus saludos. Pero después su­cedió algo extraño. Cuando le pregunté si quería mandarte algún mensaje se cayó a tierra como muerto. Lo recogí, pero ya no se movía. Lo dejé de nuevo en tierra y entonces batió las alas y se fue volando. No comprendo qué puede significar todo esto.
El ruiseñor se volvió muy pensativo. Desde aquel día, se que­daba muy triste en la jaula, no comía, no bebía, ya no cantaba y, tres días después, lo encontraron inmóvil, como muerto.
El mercader lo sacó de la jaula, sintió que ya no se movía y suspiró:
-No hay duda, ha muerto.
Y posó el cuerpecito en el alféizar de la ventana. Entonces, el ruiseñor abrió los ojos, batió sus alas y huyó por el cielo en li­bertad. Había comprendido bien el mensaje de su hermano.

062. anonimo (rusia)

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