Cuento popular
Erase una vez un mercader
que tenía tres hijas, todas muy bellas. Cada vez que se marchaba para hacer sus
negocios, les preguntaba qué querían que les trajera, y ellas siempre pedían un
traje muy bonito. Una vez, la hija más pequeña ya no quiso un vestido y le
pidió al padre una flor.
El mercader marchó y, en
el camino, se le hizo de noche. A lo lejos, vio una lucecita que brillaba y se
dirigió a ella. Llegó a una casa, saludó y, como nadie contestaba y en la
caballeriza había comida para el caballo, resolvió quedarse y pagar a la mañana
siguiente lo que su animal hubiera comido. Pensando en esto y en su viaje, le
entró sueño y, cuando estaba a punto de acostarse en el suelo, vio una puerta
abierta. Entró en una sala donde había mucha comida, así que comió y, cuando
estaba de nuevo a punto de acostarse, vio otra puerta abierta. Entró y vio una
cama muy acogedora.
-¿Qué es lo que me pasa?
-se preguntó.
Se desnudó, dejó toda su
ropa sobre una sillita, se acostó y se durmió tranquilamente. Al despertar a la
mañana siguiente, sus viejas ropas no estaban allí, y lo que encontró fue un
bello traje que enseguida se puso. Antes de salir, vio una mesa llena de
comida. Comió y, como al terminar seguía sin aparecer nadie, dijo:
-Ahora yo ya me voy y doy
muchas gracias por todo.
Al salir, contempló un
jardín lleno de flores y recordó lo que su hija menor le había pedido, así que
arrancó una y, nada más hacerlo, apareció una fiera que le amenazó:
-Ahora te voy a comer.
El mercader le dijo muy
asustado:
-No me comas: yo corté
esta flor solo porque mi hija me pidió que le llevara una.
Y la fiera respondió:
-Si me traes a tu hija,
no te comeré. La espero dentro de tres días. Pero si no vienes con ella, iré a
buscarte y, entonces, te comeré.
Llegó el mercader a su
casa con mucha tristeza, y la hija menor, al darse cuenta, le preguntó:
-¿Qué te pasa? ¿Te duele
algo? ¿Has perdido alguna cosa? Dímelo.
Entonces, le contó:
-Ay, hija mía querida, yo
no quería decírtelo, pero durante mi viaje entré en una casa y allí encontré
una flor para ti. Al cogerla, se me apareció una fiera y me dijo que me comería
si no te llevaba.
Y la muchacha le dijo:
-Entonces, vamos y que
nos devore juntos.
Pero cuando llegaron a la
casa, la fiera no apareció. Estuvieron esperándola varios días, hasta que el
padre le dijo a la muchacha que regresaba a la casa a cuidar de sus otras
hermanas. Y la dejó sola en aquella casa donde no había nadie, pero donde todos
los días tenía vestidos nuevos y comida fresca. Ella no sabía quién hacía eso
y, al cabo de unos días, escuchó:
-Hermosa doncella, hoy
quiero comer contigo.
Y desde ese día, comieron
juntos.
La muchacha tenía de
todo, pero estaba apenada porque quería ir a ver a su papá y a sus hermanas. Y
tanto era su deseo y su tristeza que, al día siguiente, encontró una nota de la
fiera que le decía que podía regresar a su casa. También le decía en la nota
que en la cabecera de su cama había una varita.
«Si quieres ir, muerde la
varita y enseguida te llevará a tu casa. Igual para regresar. Pero si no
vinieses a los tres días, me encontrarás muerto».
Y en verdad fue que
mordió la varita y enseguida se encontró con su padre y sus hermanas.
Pero sus hermanas no la
dejaron regresar a los tres días y, cuando por fin lo hizo, la fiera ya había
muerto. Cuando la muchacha la vio, se echó a llorar, porque en el fondo la
quería, y le acarició la cara diciéndole:
-¿Por qué has muerto,
fiera bondadosa?
Así llorando y hablándole
a la fiera, se quedó dormida y soñó que esta le decía:
-Corta una flor y rocíame
el rostro con el agua que contiene.
Al despertarse, fue a
cortar la flor y le roció el rostro con el agua. Enseguida se levantó
bruscamente aquella fiera, se transformó en un hermoso joven y ya nunca más se
separaron.
063. anonimo (mexico-náhuatl)
Muy bueno, me ayudó a terminar una tarea para mi escuela.
ResponderEliminar