Cuento popular
Erase un viejo muy
viejecillo que tenía tres hijas muy lindas. De todas, la menor era aún más
bella, porque tenía muy buen corazón y era sencilla. El viejito había dado la
palabra de casar a sus hijas con el primero que pidiera su mano. Así casó a la
primera, y luego, a la segunda. Pero mucho tiempo después, la tercera seguía
soltera. A la hija no le importaba, porque quería mucho al padre y le cuidaba y
mimaba todos los días.
Un día, estando el
viejito de paseo, escuchó una voz que decía:
-Yo quiero casarme con tu
hija menor.
Él volvió la cabeza y se
le apareció una mano peluda con tan grandes uñas que parecía de un monstruo.
Esta volvió a decir:
-Yo soy la Mano
Peluda y me quiero casar con tu hija menor.
El viejito no sabía qué
contestar y a punto estuvo de decirle que no, cuando recordó su promesa y le
tuvo que decir que sí, que estaba bien. La niña hermosa y buena tomó por marido
aquella mano horrible.
La boda se celebró en
silencio y con unos pocos familiares, porque así lo pidió la Mano
Peluda. Cuando la ceremonia terminó, le dijo a la niña
que al día siguiente iría a buscarla, que primero llegaría una brisa suave y
olorosa para arreglarle el cabello y el traje, después, un viento fuerte que
llenaría de flores el camino, y por último, una tempestad.
Al día siguiente, la niña
se despidió de su padre con mucha tristeza. También lo hizo de las flores y de
los pajaritos del jardín. Dicen que las flores se marchitaron y que los
pajaritos no volvieron a cantar.
Llegó entonces la brisa,
suave y olorosa como dijera la
Mano Peluda. Luego,
un viento fuerte que regó de flores el camino, y por último, una gran tempestad
que elevó a la niña hasta una nube y la llevó hasta un palacio de insuperable
belleza. Como estaban abiertas las puertas y las ventanas y se oían dentro los
acordes de una música divina, la joven entró un poco temerosa a una habitación
donde había una cama. Estaba tan cansada que se tumbó para descansar y se quedó
dormida.
Al rato, cuando se
despertó, vio una mesa preparada con comida y oyó una voz amable que le dijo:
-Hermosa, ven a saciar tu
apetito con estos manjares. Este palacio y todo lo que hay en él es tuyo.
Cualquier deseo que tengas se cumplirá.
La joven fue a la mesa y
volvió a escuchar la música. La niña estaba conmovida y feliz y le parecía
estar en el cielo, aunque pensaba en la soledad de su padre.
Cuando llegó la noche, se
acostó en la misma cama y sintió que a su lado se echaba un animal parecido a
una oveja. Le dio mucho miedo y quiso huir, pero ¿cómo? No había luz y la
puerta estaba cerrada.
Al día siguiente recorrió
todos los rincones del palacio buscando al animal, pero no encontró ninguna
señal.
Pasaron muchos días y la
joven no veía a la Mano Peluda , pero su
voz le hablaba con cariño y todo lo que necesitaba lo tenía al instante.
Un día fue a dar un paseo
por el bosque y se le apareció una viejecita apoyada en un bastón. La vieja,
que era un hada buena, le preguntó qué hacía por esos lugares, y la niña le
contó su historia.
El hada le dijo:
-Toma esta vela y esta
caja de fósforos. Cuando te acuestes y pienses que el animal está dormido,
enciende la vela.
Y, dándole la vela y los
fósforos, desapareció.
La niña decidió seguir el
consejo del hada y, esa misma noche, cuando el animal estaba profundamente
dormido, encendió la vela y... ¡vio a un hermoso joven con rostro de ángel! Se
quedó mirándole, y en estas estaba cuando, sin darse cuenta, cayeron tres gotas
de cera en la frente del joven. Este despertó al momento y la niña, del susto,
cayó al suelo desmayada. Cuando se reanimó, el muchacho le dijo:
-¡Niña hermosa, tú me has
salvado...!
Y continuó así su
historia:
-¡Yo soy el Príncipe de la Dicha ! y en mi palacio, que
también es el tuyo, están todas las dichas del mundo. Una bruja me hizo un
encantamiento y me convirtió en una mano peluda, para que todos huyeran de mí.
Solo tres gotas de cera en mi frente podían romper el hechizo ¡y eso por fin ha
ocurrido!
Cuando terminó de hablar,
el palacio se iluminó y volvió a sonar la música celestial. Enseguida fueron a
visitar al anciano padre y se lo llevaron con ellos al Palacio de la Dicha , donde nunca les faltó
de nada.
Y se acabó el cuento.
077. anonimo (costa rica)
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