Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 1 de febrero de 2015

Ugula y el fantasma .020

Ndjambu y Ngwalezie ya eran muy viejos. De manera que Ugula decidió irse de casa para encontrar una mujer y un sitio mejor donde vivir.
Mientras seguía el camino del bosque, oía ruido entre los árboles. Pensó que alguien le seguía, pero no veía a nadie. Por fin llegó a la playa y entonces, al volver la vista atrás, vio a un hombre que en realidad era un fantasma.
El fantasma le dijo: «Me gustaría ir contigo, porque también a mí me gustaría tener a una mujer. Pero tienes que dejarme algo de ropa, porque así desnudo no me querrán en ningún poblado». Ugula aceptó el ofrecimiento, y se hicieron amigos.
Llegaron juntos a un poblado y pidieron que les acogieran. En la casa donde les alojaron había tres muchachas. Enseguida que el padre regresó, pidieron su consentimiento para poder casarse con dos de ellas. Así se hizo, y cada día y cada noche las muchachas daban abundante comida a los dos maridos.
Pero el fantasma no aceptaba que Ugula comiera tanto como él: «¿Es que eres un criminal? ¿Dejarás que me muera de hambre mientras tú comes una parte tan grande?», decía. Le arrancaba el plato de las manos y se lo comía todo. La mujer de Ugula le empezó a preparar comida a escondidas, durante la noche. Pero el fantasma siempre se daba cuenta y repetía la misma escena. Hasta que por fin una noche decidieron escaparse: abrieron la puerta y echaron a correr en dirección al poblado de Ndjambu.
A medianoche, el fantasma se despertó y vio que Ugula y su mujer no estaban en la habitación. Al principio creyó que estarían comiendo a escondidas, y se dirigió a la cocina para sorprenderles. Pero al ver que no estaban en ninguna parte, empezó a perseguirles: corriendo y volando, corriendo y volando, les alcanzó a la entrada del poblado. Entonces dijo a Ugula: «Siendo mi amigo, no deberías escapar así, como si quisiera hacerte daño».
Se reconciliaron, y entonces el fantasma dijo: «Podemos seguir siendo buenos amigos. Pero, con las prisas por alcanzarte, he olvidado traer a mi mujer. Déjame unos días a la tuya». Ugula lo consultó con ella y estuvieron de acuerdo. El fantasma y la mujer de Ugula se fueron y Ugula entró en su pobladoi.
Al llegar a su casa, se dio cuenta de que Ndjambu y Ngwalezie habían muerto. Se puso a llorar desconsoladamente y estuvo siete días en el poblado preparando la llegada de su mujer. Luego se dirigió al poblado del fantasma y llamó a la casa donde se encontraba. El fantasma estuvo muy contento por su visita y le dijo: «Ya sé que lo pasaste mal por mi culpa en casa de nuestro suegro. Pero si entonces te quitaba la comida, ahora te daré algo que te hará rico si eres capaz de comerte toda esta gran olla llena de arroz que tu mujer ha preparado».
Ugula comprendió que su amigó quería reparar el daño que le había hecho al haberle dejado tantas veces sin comida. Así que se apresuró a comerse el arroz. Luego el fantasma le dio un anillo y le dijo: «Todo lo que pedirás a este anillo te será concedido».
Y así fue. Ugula y su mujer regresaron al poblado y, gracias a las riquezas que obtuvieron del anillo, fueron felices durante el resto de sus vidas.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 055


i Este préstamo de pareja no aparece en ningún otro cuento; como tampoco el hecho de que un fantasma se convierta en donante, como sucede después.

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