Los
hombres y los animales vivían juntos en el mismo poblado. Cada vez
que moría un animal, los hombres se lo comían; y cada vez que moría
un hombre, lo enterraban. Hasta que los animales decidieron solventar
esta situación: «Pero, ¿quién de nosotros se atreverá a plantear
a los hombres un tema tan delicado?». La tortuga se presentó como
voluntaria, pero el resto de los animales no lo veía claro: %Vaya
tontería! Tú, que siempre andas escondida dentro de tu concha,
¿cómo vas a ir a parlamentar con los hombres?». La tortuga no se
daba por vencida: «No importa en qué lugar te encuentres, ni tu
estatura: lo que cuenta son las palabras que puedas decin>. Y
aceptaron.
De
manera que la tortuga se dirigió a un hombre: «¿Por qué cuando
muere uno de nosotros os lo coméis y, en cambio, si el que muere es
un hombre lo enterráis?». El hombre replicó: «El mundo es así.
Vosotros estáis a nuestro servicio y tenéis que ser nuestro
sustento». Cuando la tortuga explicó estos razonamientos a los
demás animales, éstos se indignaron. Intentaron atacar a los
hombres, pero perdieron la pelea y huyeron todos al bosque. Desde
entonces hombres y animales viven por separado; y los hombres tienen
que adentrarse en el bosque para poder capturarlosi.
Al
principio, los animales no sabían qué es lo que tenían que hacer
para poder comer, porque se habían acostumbrado a que el hombre los
cuidara. Un día, cuando la tortuga se encontraba paseando por el
bosque, vio el nido de una boa. Ésta nunca había vivido con los
hombres; siempre había permanecido en el bosque.
Los
animales decidieron enviar a un representante para pedir consejo a la
boa sobre lo que debían hacer. Y mandaron al antílope. Al acercarse
a la casa de la boa, el antílope tropezó con un tronco que yacía
cruzando el camino, y perdió el sentido. Al levantarse, llegó hasta
la casa de la boa y le preguntó qué debían hacer para sobrevivir
en el bosque. La boa respondió: «Para mí resulta muy fácil: como
hojas, bebo agua y duermo mucho». El antílope, de vuelta a casa,
repetía para sus adentros lo que la boa le había dicho. Y así fue
que no advirtió el tronco, tropezó de nuevo con él, perdió el
sentido y lo olvidó todo. Al llegar a casa, todos los animales
estaban muy contentos, porque creían que les contaría cómo tenían
que vivir. Pero el antílope no sabía qué decir, y se quedó mudo
como una piedra.
Entonces
enviaron a la marmota. También tropezó con aquel tronco y se
desmayó; pero por fin llegó hasta donde estaba la boa, que le
repitió: «Como hojas, bebo agua y duermo mucho». Al volver a casa,
tropezó de nuevo con el tronco y lo olvidó todo. Le preguntaron:
«¿Qué hace, la boa, para vivir en el bosque?». La marmota miraba
aturdida a sus compañeros, con los ojos bien abiertos. Pero no supo
qué contestar.
Enviaron
también a otros muchos animales. Y todos regresaron sin respuesta
alguna. Cada vez que regresaba un animal, la tortuga pedía permiso
para reemplazarle, pero los demás se oponían: «¿No ves que hay un
tronco atravesado en medio del camino? ¿Cómo harías para
pasarlo?». Pero cuando ya lo habían intentado todos los animales,
incluso el león, y vieron que ninguno de ellos recordaba nada, le
dejaron ir. Pero no confiaban en ella para nada: si los mejores
animales ya lo habían probado sin ningún éxito, menos aún lo
tendría la infeliz tortuga.
Ésta,
naturalmente, también tropezó con el tronco y perdió el sentido.
Al recuperarse, se dio cuenta de que ésa era la causa por la cual
ningún animal recordaba los consejos de la boa. Ésta, ya estaba
cansada de repetir la misma historia: «Tortuga, ya se lo he dicho a
todos tus compañeros: como hojas, bebo agua y duermo mucho».
La
tortuga rehizo el camino hasta el mismo tronco. Al llegar ahí,
empezó a excavar la tierra y lo cruzó por debajo.
Al
llegar donde estaban los otros animales, éstos ya estaban medio
muertos de hambre. Al verla aparecer, le preguntaron: «¿Recuerdas
lo que la boa ha dicho?». La tortuga respondió: «No, no recuerdo
nada. Pero por el camino he tenido una idea: ¿Qué os parece si
comemos unas cuantas hojas, bebemos un poco de agua y nos echamos a
dormir?». Y todos hicieron lo que la tortuga había indicado:
comieron, bebieron y durmieron tranquilamente.
Al
día siguiente, la tortuga se lo explicó todo, y les regañó: «¿Por
qué vosotros, tan grandes y buenos como os creéis, cuando os pasa
algo en algún sitio volvéis y tropezáis con lo mismo?».
A
partir de entonces, los animales comieron hojas. Hasta que hubo
algunos que se rebelaron: «Nosotros, los animales mayores, tenemos
que ser los dueños de los pequeños; y los pequeños, que sean los
señores de las hojas». Así fue cómo los animales más grandes se
hicieron carnívoros.
Por
todas estas cosas, los animales viven en el bosque; los grandes se
comen a los pequeños; y los más pequeños comen hojas.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
i
Al
carácter tottmico de este tipo de episodios hay que añadir que el
etnocentrismo de las culturas hace interpretar que es la situación
de los animales, y no la del hombre, la que ha cambiado.
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