Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 1 de febrero de 2015

Las riquezas de un muchacho pobre .101

Un muchacho pobre vivía en un poblado donde la gente era más rica que él. Paseando por el bosque encontró otro poblado. Y en él halló a un pobre viejo. El muchacho renunció a vivir en el poblado de sus padres, y le pidió al viejo miserable que le dejara vivir en su casa. El viejo aceptó; y, cuando le preguntó por qué había tomado aquella determinación, el muchacho contestó: «Quiero vivir con personas de mi categoría».
«Está bien» -dijo el viejo. «Pero yo sé la manera de hacerte rico: dentro del bosque hay una caja que contiene muchísimas riquezas. Pero es muy difícil obtenerla, porque los monos la vigilan constantemente; e incluso el más grande de los monos se sienta encima de ella».
Al cabo de muy poco tiempo, el anciano miserable murió. El muchacho emprendió su marcha hacia lo más recóndito de la espesura. Encontró una casucha en la que habitaba un célebre camaleón que era curandero. Le ayudó a limpiar la casa, le cortó leña y le trajo agua. Agradecido, el camaleón escuchó su historia con mucho interés y, por fin, le dijo: «Voy a ayudarte, como me has ayudado a mí. Pero primero tienes que ir a buscar un saco de castañas». El chico regresó al poblado y volvió con el saco que le había pedido. Luego, el camaleón le explicó: «Llevarás este saco de castañas contigo hasta el lugar del bosque donde los monos cuidan de esa caja. No te costará llegar hasta allí porque te acompañará un animal que es uno de mis ayudantes. Pero hoy dormirás aquí: porque, a las doce de la noche, te meteré en una olla llena de pócimas que harán de ti un hombre valiente e invisible».
Así lo hicieron. A la mañana siguiente, el muchacho se puso en camino guiado por aquel animal. Al cabo de unos días llegaron al lugar donde se encontraba la caja. Esperó a que los monos se fueran a comer, y entonces cargó la caja sobre sus espaldas y se marchó corriendo. Cuando los monos terminaron de comer y se dieron cuenta de que alguien les había quitado la caja, emprendieron rápidamente la persecución. Pero se sorprendieron mucho al ver una caja que viajaba sola, sin que nadie la sustentase. En realidad, el muchacho se la había puesto ahora sobre su cabeza, y corría a más no poder. Por fin, los monos cesaron de perseguirle: estaba llegando al poblado de los fantasmasi.
Los fantasmas no tuvieron problemas para verle, y le preguntaron por el contenido de la caja. Él respondió: «Es del famoso camaleón curandero, y está llena de hojas medicinales». Le dejaron pasar. Pero, al cabo de un rato, su jefe pensó que debían comprobar el contenido de la caja, y ordenó su persecución. El muchacho, al adivinar que le seguían, empezó a soltar las castañas que llevaba en el saco; y los fantasmas, ávidos de comida, se olvidaron de que debían perseguirle.
Así pudo llegar sin problemas hasta la casa del camaleón. Éste le dijo: «Ahora que eres rico, no debes olvidar a los que todavía son pobres. Vende tus riquezas y reparte las ganancias entre todos».
Cuando el muchacho vio la cantidad de dinero que obtenía gracias a las riquezas de la caja, pensó que podía comprarse una casa; y vivir bien; y comer los manjares más sabrosos; y tener muchas mujeres. Así lo hizo, olvidándose por completo de los consejos del camaleón. Hasta que un día los ladrones entraron en su casa y se lo llevaron todo. Entonces sus mujeres le abandonaron, tuvo que dejar su casa nueva, y se acabó para él la buena vida. Regresó a su poblado y un hombre le dio trabajo.
El muchacho estaba desolado y buscó de nuevo la casa del camaleón. Pero, al llegar a aquel lugar del bosque, la casucha había desaparecido. En el poblado, todos se burlaban de él porque había perdido todas sus riquezas.
El hombre para el que trabajaba, era en realidad el que le había robado todas sus pertenencias. Aun así, pasó sus días trabajando para él; y terminó su vida en la indigencia, entre las burlas de sus vecinos.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 055


i El comportamiento de los monos, a los que se engaña gracias a la intervención de un donante, no difiere de la dé los fantasmas. El cambio de perseguidores provoca una mayor identificación del público, conocedor de las características de estos últimos.

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