Había una vez un hombre
que no hacía nada durante todo el día. Se quedaba sentado, confiado en que
tendría un golpe de suerte capaz de volverlo rico en un momento y sin esfuerzo.
Vivió así durante muchos
años, hasta que un día oyó hablar de una isla en la que habitaban unos hombres
con un solo ojo.
-Ha llegado el momento.
Es la oportunidad de que cambie mi suerte -pensó el hombre-. Debo ir a esa
isla, capturar a uno de sus habitantes con un solo ojo, traérmelo y mostrarlo
durante la feria: todo el que quiera verlo pagará dos monedas de oro q en poco
tiempo seré rico.
Cuanto más pensaba en
ello, más le gustaba la idea. Finalmente se decidió. Un día vendió lo poco que
tenía, compró una barca y emprendió la navegación. Después de un largo viaje,
llegó a la isla de los hombres con un solo ojo y, en cuanto desembarcó, vio
que, en efecto, la gente de allí tenía un solo ojo en medio de la frente.
Pero también la gente con
un solo ojo se dio cuenta de que había llegado un hombre con dos ojos, y
algunos habitantes de la isla se dijeron:
-Vaya, vaya, es la
ocasión de que cambie nuestra suerte. Capturémoslo y mostrémoslo en la feria.
¡Quienes quieran verlo tendrán que pagar dos monedas de oro y seremos ricos en
muy poco tiempo!
Dicho y hecho. Cogieron
al hombre con dos ojos y lo llevaron a la plaza de la feria, donde lo
mostraban por dos monedas de oro a quien quisiera verlo.
Esto sucede a las
personas que se quedan sentadas esperando un golpe de suerte.
040. anonimo (japon)
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