Una zorra, corriendo por
la orilla del río, vio a una carpa tendida en un banco de arena, absolutamente
inmóvil.
-Hola, carpa -la saludó
la zorra-. Dicen que tú no sabes correr. ¿Es verdad?
-Claro que no es verdad,
querida zorra -repuso la carpa. Sé correr al menos tanto como tú.
-No lo creo -observó la
zorra.
-Hagamos, pues, una
apuesta -propuso el pez.
Y así la zorra y la carpa
apostaron a ver quién llegaría primero a la desembocadura del río. La zorra
debía correr por la orilla y la carpa por el agua. Pero esta última, perezosa
como era, no tenía ganas de correr. Informó entonces a la carpa que estaba
junto a ella de la apuesta hecha con la zorra, la segunda carpa le pasó la
palabra a su vecina y así sucesivamente, hasta que en pocos minutos todas las
carpas del río, y no eran pocas, se dieron por enteradas.
La zorra, que corría por
la margen del río, después de unos instantes preguntó:
-Carpa, ¿estás ahí?
-Aquí estoy -respondió
desde el río la carpa más próxima.
La zorra aceleró aún más
su carrera y, después de un momento, preguntó:
-Carpa, ¿estás ahí?
-Aquí estoy -respondió de
nuevo desde el río la carpa más próxima.
La zorra se puso a correr
como el viento y, dado que el curso del río era muy tortuoso, intentó, en la
medida de lo posible, abreviar el trayecto. Pero todo fue inútil. Cada vez que
repetía su pregunta, una de las carpas estaba siempre dispuesta a responder:
-Aquí estoy.
Cuando la zorra llegó
finalmente a la desembocadura del río, preguntó por última vez:
-Carpa, ¿estás ahí?
Y la última carpa,
perezosamente tendida en el barro, respondió:
-Aquí estoy, querida
zorra. ¡Pero has tardado mucho tiempo en llegar!
Desde aquel día, ninguna
zorra volvió a dirigirle la palabra a un pez.
Fuente: Gianni Rodari
062. anonimo (rusia)
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