Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 1 de agosto de 2012

Las dos ranas que viajaron entre osaka y kyoto


Había una vez dos ranas: una vivía en una zanja en el puerto de Osaka; la otra, en un río en la imperial ciudad de Kyoto. Un día ambas decidieron salir de viaje. La rana de Osaka pensó en dar­se una vuelta por Kyoto, y la de Kyoto pensó en visitar Osaka. Una mañana se despertaron temprano y salieron de su casa exac­tamente a la misma hora. El viaje era largo y, para colmo de ma­les, a mitad de camino entre Osaka y Kyoto había una montaña muy alta. Las pobres ranas, ya viejas, se dieron cuenta de que es­calar aquel monte y llegar a la cima era una empresa francamen­te agotadora.
Una vez en la cumbre, las dos ranas se encontraron frente a frente. Primero se miraron estupefactas; después se rieron y se pusieron a charlar.
Cada una contó cuál era el destino de su viaje y, tras un lar­go rato paradas, decidieron proseguir:
-Es una pena, sin embargo -observaron-, que no seamos como los demás animales. Si fuésemos más altas, podríamos ver desde arriba por dónde andamos p al menos sabríamos si vale la pena el esfuerzo.
-Eso es fácil -observó una de las ranas-, si nos ponemos una frente a otra y apoyamos nuestras patas delanteras para mante­nernos erguidas, lo veremos todo muy bien.
Dicho p hecho, las ranas hicieron la prueba de mantenerse erguidas. Se colocaron una frente a otra, apoyándose con las pa­tas delanteras para no caerse, y estiraron lo más posible la cabeza. Y muy serias observaron las ciudades que tenían ante sus ojos. Pero, ay, habían olvidado, ya viejas y algo atontadas, que las ra­nas tienen los ojos encima de la cabeza. En aquella posición, cada una de ellas miraba exactamente lo que tenía detrás y veía la ciudad de donde había salido.
-¿Qué veo? -gritó, sorprendida un momento después, la rana de Osaka-. ¡Kyoto se parece mucho a Osaka! ¡Francamen­te podría ahorrarme el resto del viaje!
-¡Y Osaka se parece mucho a Kgoto! -gritó la rana de Kyo­to, igualmente sorprendida-. No tiene sentido que vaga allí.
Las dos ranas se quedaron un buen rato en la cima, comen­tando sorprendidas la extraordinaria semejanza entre Osaka y Kyoto. Y cuando acabaron de mirar y comentar se abrazaron, se desearon mutuamente buen viaje y volvieron a casa.
Y así, hasta el fin de sus días, ambas creyeron fervientemen­te que Osaka y Kyoto, dos ciudades tan diferentes, ¡eran tan se­mejantes como dos guisantes!

040. anonimo (japon)

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