Había una vez un leñador
que tenía un hijo, un auténtico idiota. Un día el idiota dijo:
-Papá, búscame una mujer.
Si no me la consigues, haré pedazos la estufa.
-¿Cómo hago para
encontrarte una mujer, si no tengo dinero?
-No tienes dinero, pero
tienes un buey. Véndeselo al carnicero y tendrás dinero.
El buey, al escuchar esas
palabras, se refugió en el bosque.
El idiota volvió a
suplicarle a su padre:
-Papá, búscame una mujer.
Si no me la consigues, haré pedazos la estufa.
-¿Cómo puedo encontrarte
una mujer, si no tengo dinero?
-No tienes dinero, pero
tienes un carnero. Véndelo y tendrás dinero.
Cuando el carnero escuchó
esas palabras, escapó al bosque.
El idiota volvió a
decirle a su padre:
-Papá, si no me consigues
una mujer, haré pedazos la estufa.
-¿Cómo puedo encontrarte
una mujer, si no tengo dinero?
-No tienes dinero, pero
tienes un gallo. Véndelo y tendrás dinero.
El gallo, al escuchar
esas palabras, corriendo y volando, se reunió en el bosque con el buey y el
carnero.
Los tres construyeron una
cabaña y vivían en paz y armonía.
Cuando el oso se enteró,
decidió ir a comérselos a los tres.
Se acercó a la cabaña y
analizaba cuál sería la mejor manera de entrar. Pero el gallo se dio cuenta, batió
las alas y cantó:
¡Quiquiriquí!
El oso está aquí.
Con mis uñas
lo arañaré,
y en el estanque
lo ahogaré.
Listo el cuchillo,
lista la cuerda,
un tajo y una atadura:
el oso no tendrá cura.
El oso huyó despavorido.
Corrió hasta que se quedó sin aliento y caljó muerto. Lo encontró el idiota, le
arrancó la piel, la vendió y, de ese modo, consiguió el dinero para casarse.
Así el buey, el carnero y
el gallo pudieron volver a casa y vivir en paz.
062. anonimo (rusia)
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