Había una vez un armero
llamado Cincemón. Fabricaba unas espadas famosas en todo Japón, pero aún más
famosas eran sus vainas. Las espadas entraban en las vainas tan suave y
silenciosamente que la gente comenzó a llamar a Cincemón el Silencioso.
El príncipe se enteró de
su destreza q le ordenó que se presentase en la corte. Pero Cincemón no era
sólo un excelente fabricante de espadas y de vainas, sino también un alegre
bromista. El príncipe no se cansaba nunca de reírse de sus chascarrillos y un
día le dijo:
-Escucha, Silencioso,
querría recompensarte como te mereces por tu sentido del humor. Pídeme lo que
quieras y lo tendrás.
Cincemón pensó un
instante y luego dijo:
-Majestad, no necesito
nada. Si queréis concederme una gracia, dadme permiso para husmear en vuestras
orejas cada vez que se me ocurra.
El príncipe reaccionó muy
sorprendido:
-Podrías haber pedido
algo mejor: oro o plata, por ejemplo. Pero haz lo que te parezca, te doy mi
permiso.
El día siguiente estaba
destinado a las audiencias. Ministros y cortesanos se presentaron en tropel
ante el príncipe. Cada uno de ellos tenía que plantearle alguna inquietud. En
cuanto uno se acercaba al príncipe y exponía su problema o su petición, Cincemón
el Silencioso se acercaba inclinándose hacia el príncipe y le husmeaba la
oreja.
Los cortesanos pensaron
que Cincemón le susurraba al príncipe alguna crítica sobre ellos y comenzaron
a tenerle miedo. Por eso, desde aquel día, antes de atreverse a presentarse ante
el príncipe, iban a hablar con Cincemón y le llevaban costosos regalos. El
Silencioso se volvió muy rico en poco tiempo.
Un día, el príncipe le
preguntó:
-Dime, Silencioso, ¿no te
has arrepentido de haberme pedido algo tan insignificante cuando te ofrecí una
recompensa?
-No, Majestad, no me he
arrepentido en absoluto. Vuestra gracia me ha beneficiado más de lo que yo
esperaba.
Y Cincemón le contó al
príncipe lo que había ocurrido última-mente. Al príncipe, al saber cómo
Cincemón se había burlado de sus cortesanos, le dio un ataque tan fuerte de
risa que tuvo que sostenerse la panza. Después despidió a ministros y cortesanos
y nombró al astuto Cincemón único consejero del reino.
040. anonimo (japon)
No hay comentarios:
Publicar un comentario