Un ladrón codiciaba la
campana que estaba colgada en la puerta de sus vecinos. Al anochecer, se
deslizó cautelosamente hasta esa puerta, extendió la mano e intentó apoderarse
de ella. Pero, al ser movida, comenzó a repicar. El ladrón se asustó sobremanera,
dio un salto y escapó. Cuando se repuso del susto, pensó:
-Así no puede ser. Tendré
que taparme los oídos, para no oír el repique de la campana y no asustarme.
Dicho y hecho. Se tapó
los oídos con estopa y volvió sobre sus pasos. Se acercó a la puerta, cogió la
campana y tiró de ella dos o tres veces hasta que la cuerda se rompió. La
campana repicaba, repicaba, y despertó a todos los habitantes de la casa. Pero
el ladrón no oía nada, así que escondió la campana bajo su capa y se dispuso a
escapar, pero los vecinos se abalanzaron sobre él y el ladrón acabó en
prisión. Encerrado en la cárcel, no podía salir de su asombro y pensaba:
-¿Cómo habrán hecho esas
personas para adivinar que yo quería robarles la campana?
005. anonimo (china)
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