Un tapir y un mono
chillón estaban recorriendo la jungla. El tapir iba tocando un silbato.
-¿Me das ese silbato,
tapir? -dijo el mono.
-No, chillón, no puedo
dártelo, porque es un recuerdo de mi padre.
-Entonces véndemelo.
-No, chillón, no puedo.
Es un recuerdo de mi padre, quien, a su vez, lo heredó del suyo.
-Préstamelo al menos un
momento, toco una vez y después te lo devuelvo.
El tapir le dio el
silbato, pero el mono se escapó trepando hasta la copa de un árbol.
-Devuélveme mi silbato
-gritó el tapir, y se puso a sacudir el árbol para que el mono se cagese. Pero
el mono, riendo, comenzó a saltar de un árbol al otro.
Desde aquel lejano día,
el tapir sigue vagando bajo los árboles y sacudiéndolos. No deja de buscar al
mono chillón. Y el mono no baja nunca de los árboles. Cuando tiene sed, en vez
de beber de alguna corriente de agua, prefiere sorber el rocío de las hojas. En
lo alto, trepado a un árbol, se siente más seguro.
Fuente: Gianni Rodari
010. anonimo (centroamerica)
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