Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 29 de julio de 2012

En busca de una persona honrada

Un día, un pobre hombre robó una pipa ya vieja y gastada. Pi­llado in fraganti, lo llevaron a la cárcel. Olvidado por todos, es­tuvo encerrado varios meses sin proceso, hasta tal punto que co­menzó a pensar en cómo salir de allí. Fugarse no podía, porque había muchos guardias y lo vigilaban todo el tiempo. Sólo le quedaba, por tanto, recurrir a la astucia. Un día le pidió a uno de los guardias que lo llevase a ver al rey.
-¿Por qué quieres ver al rey? -preguntó el guardián.
-Quiero entregarle un tesoro rarísimo -respondió el ladrón.
Entonces lo guiaron hasta la sala del trono.
-¿Qué quieres de mí? -le preguntó el rey.
-Majestad, quiero ofreceros un tesoro rarísimo -respondió el ladrón, y sacó del bolsillo un trozo de papel.
-¡Pero no es más que una pepita de pera! -gritó el rey cuan­do el ladrón abrió el envoltorio.
-Sí, es una simple pepita de pera -respondió el ladrón, ¡pero de un tipo especial de pera! Si vos la plantáis, se converti­rá en un árbol, y en este árbol madurarán peras de oro.
-¿Y por qué no lo plantas tú?
-Tengo una buena razón -repuso el ladrón. Para que dé frutos de oro, debe plantar el árbol una persona que no haya robado nunca ni engañado a nadie. ¡De otro modo, sólo produci­rá las peras de siempre! Por ello os he traído a vos, Majestad, esta pepita. Seguramente vos no habéis robado ni engañado a nadie.
-Vaya por Dios -farfulló el rey, recordando de repente que muchos años antes, cuando aún era un niño, le había robado una moneda de oro a su madre.
-Bien, que lo plante entonces vuestro canciller -dijo el la­drón.
-Vaya por Dios -dijo con prudencia el canciller, que se de­jaba corromper fácilmente.
-Bien, lo plantará entonces el comandante del ejército real -propuso el ladrón.
-Pero yo no sirvo para nada como jardinero -dijo el co­mandante, que solía reducir por engaño la paga de sus soldados.
-Bien, entonces elegid al juez supremo -sugirió el ladrón al rey.
Pero tampoco el juez supremo quiso oír hablar del asunto, porque sus veredictos solían depender de los sobornos que recibía.
-Entonces lo plantará el guardián de la cárcel -sugirió el la­drón.
Pero también el guardián de la cárcel se opuso categórica­mente, porque aceptaba dinero de los presos y no era fiel del todo al rigor que exigía su función.
Y así la historia continuó un tiempo más. Cada persona que sugería el ladrón encontraba una excusa para negarse porque, en efecto, algo pesaba en su conciencia.
Por fin el ladrón se echó a reír:
-Todos vosotros, cualquiera sea vuestra función, y ninguno se libra, robáis, engañáis y mentís. Pero no por ello os encierran en la cárcel. En cambio yo, simplemente por haber robado una vieja pipa rota, debo seguir recluido.
También el rey se rió y ordenó que pusiesen inmediatamen­te al ladrón en libertad.

Fuente: Gianni Rodari

005. anonimo (china)

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