Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 29 de julio de 2012

La princesa dragona

Había una vez un chico de vida humilde que, yendo al bosque a cortar leña, llegó a la orilla de un lago maravilloso. Sus aguas eran verdes como la esmeralda y profundas como el cielo. El chi­co se sentó a descansar en la orilla bajo un pino. De repente vio salir del lago una gran tortuga que nadó durante unos minutos a flor de agua y después se sumergió de nuevo en la profundidad del lago. Poco después las aguas volvieron a agitarse y esta vez salió de ellas un dragón verde. Éste miró a su alrededor y luego, zambulléndose, desapareció. Por tercera vez las aguas se agita­ron y asomó en la superficie la princesa del palacio del dragón. Era muy hermosa, se había sentado en la parte menos profunda del lago y, con un espejo en la mano, se peinaba sus cabellos.
Al verla, el joven no pudo contener un hondo suspiro.
No había acabado de suspirar cuando una luz cegadora res­plandeció a través del lago y la joven princesa desapareció. El jo­ven se acercó deprisa al agua y, sin vacilar un instante, se zam­bulló en busca de la hermosa princesa. Descendió más, cada vez más, hasta que llegó al fondo del lago. Para su gran sorpresa, el joven vio que en el fondo del lago ya no había agua. Había, en cambio, una gran extensión de tierra seca, clara y luminosa y, a cierta distancia, se veían las torres de un edificio muy alto.
Avanzó en esa dirección, pero muy pronto se quedó paraliza­do por el terror: era el palacio del rey de los dragones y, en la en­trada, junto a un enorme portal, hacían guardia dos dragones ne­gros. Uno de ellos entró en el palacio para anunciar su llegada.
La princesa ordenó que llevasen al joven a su presencia. Cuando estuvo frente a ella, le hizo una profunda reverencia y ella le preguntó cómo había hecho para llegar allí. El joven le contó toda la historia.
Después de escucharlo, la princesa decidió que aquel mu­chacho se convertiría en su esposo. Mucho tiempo atrás había prometido casarse con el primer hombre que la mirase. Pero no era conveniente que ella misma se lo propusiese. Haría la pro­posición un tío de la princesa, un viejo dragón, que tenía más de cien años y que podía transformarse en hombre y hablar la len­gua de los seres humanos.
Cuando el joven supo que estaba a punto de realizarse su mayor deseo, se sintió muy feliz. Y así llegó a ser el marido de la princesa.
La pareja vivió feliz durante mucho tiempo, hasta que un día el joven se acordó de su madre. Era justamente el día en que ésta cumplía sus ochenta años, y el joven le dijo a la princesa lo mu­cho que deseaba estar en aquella ocasión junto a su madre. La princesa dio su aprobación y, en el momento de partir, entregó a su marido un vasito diciéndole:
-Cuando desees algo, sólo tienes que pedírselo a este vaso, y lo conseguirás de inmediato.
La anciana madre pensaba, después de tantos años, que al­gún tigre había devorado a su hijo en la montaña. Cuando lo vio aparecer, su alegría no tuvo límites. Después de saludarla con mucho cariño, el joven sacó el vaso que le diera la princesa y dijo:
-¡Quiero vino, un espléndido banquete de cuarenta platos diferen-tes y una compañía de actores que representen treinta y seis comedias!
Los deseos del joven fueron satisfechos inmediatamente. In­vitaron al banquete a todos los vecinos y festejaron juntos los ochenta años de la madre. Cuando acabó la fiesta, el joven se fue con su madre a la orilla del lago y ambos se zambulleron en las aguas. Y los tres, la princesa, el joven y su madre, siguieron viviendo felices en el fondo del lago.

005. anonimo (china)

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